NO-VIOLENCIA y AIKIDO: LA BÚSQUEDA DE LA PAZ
(Carmelo Ríos).- Somos cada vez mas conscientes de que la Humanidad se enfrenta a una terrible crisis de elección entre un paso decisivo en la evolución de la Vida en la Tierra o hacia una hecatombe ecológica, sociológica y económica sin precedentes, que tal vez ponga fin al esplendor de la Vida en nuestro maravilloso planeta azul
"Todo arte verdadero es una expresión del alma humana. Toda forma externa de expresión solo tiene valor si es la
expresión del espíritu humano"
Mahatma Gandhi
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Somos cada vez mas conscientes de que la Humanidad se
enfrenta a una terrible crisis de elección entre un paso
decisivo en la evolución de la Vida en la Tierra o hacia una
hecatombe ecológica, sociológica y económica sin precedentes,
que tal vez ponga fin al esplendor de la Vida en nuestro
maravilloso planeta azul.
Para muchos es evidente que nos hemos equivocado, que hemos
perdido el rumbo que llevaba nuestra nave Tierra a puerto
seguro, y que entre las brumas y nieblas se distinguen cada vez
con más claridad los amenazantes acantilados que auguran un
naufragio colectivo. Pero hay quienes creemos que a pesar de
todo, esta crisis planetaria es una oportunidad única que puede
llevarnos a nuevas y muy superiores dimensiones de consciencia y
a otras posibilidades de existencia, pero que sobre todo, que
puede alejarnos definitivamente de los paradigmas del
fundamentalismo religioso, del mercantilismo científico, del
materialismo, y en resumen, del antropocentrismo y el
utilitarismo que han causado tan inmenso sufrimiento a la Madre
Naturaleza y a miríadas de seres sensibles.
El ser humano, en este inicio de un nuevo milenio, ya no
puede disociar su propia evolución colectiva e individual de la
de Naturaleza a su alrededor y la de los demás ocupantes de la
Nave Tierra. Estamos convencidos de que la nueva espiritualidad
o mejor aún, la “ética viva” del siglo XXI, ha de pasar
inevitablemente por la armonía y la interacción con la
Naturaleza, de una forma justa, equitativa y no-violenta. Esta
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renovada actitud se está manifestando ya en todas partes como el
despertar de una nueva consciencia global (pero no
“globalizada”) a la vez espiritual, moral y ecológica. Será esta
vez una relación íntima, personal, directa, sin intermediario
alguno, con la Energía o Inteligencia de la Vida, que es la
misma esencia de nuestro del propio ser y del Universo que nos
rodea.
LA BÚSQUEDA DE LA PAZ
Es posible que en los tiempos futuros se hable del Siglo XX
como la era de una patología psíquica colectiva, caracterizada
por la avidez, el individualismo, el obsesivo narcisismo, la
competitividad extrema y las tendencias compulsivas de la
Humanidad. Toda la estructura de sociedad industrializada
(“civilizada”, dirían algunos) se presenta ahora como un gran
atentado a la felicidad, como un sabotaje continuo a la alegría
de vivir, como una conspiración contra la libertad del Ser. Los
rostros patibularios de los habitantes del “Primer Mundo”, su
amargura crónica, sus airadas expresiones, sus opiniones
desbocadas, su agresividad expresa o tácita, revelan su tremenda
infelicidad interior, su honda tristeza, su desamparo, su
soledad mortal.
Como afirmaba la madre Teresa de Calcuta, la pobreza del
llamado Tercer Mundo es más visible, tangible y palpable, pero
solo toca al cuerpo, a lo externo; la miseria del hombre y de la
mujer del Primer Mundo, supuestamente civilizado, es mucho peor,
es más dramática, mucho mas mortífera, porque es invisible,
porque está dentro de las personas, porque afecta a su corazón,
a su mente, a su espíritu, a su Yo profundo.
¿Qué debemos imperativamente hacer o mejor aún, dejar de
hacer para transformar nuestras vidas, para “cambiar el mundo”?.
Muchos somos los hombres y mujeres en la actualidad que poseemos
un gran anhelo de cambio, que somos conscientes de la necesidad
de modificar nuestra mente, nuestros ideales, de emprender una
trascendente búsqueda espiritual, o al menos ética y moral; que
deseamos vivir nuestra cotidianidad sumergidos en un ambiente
elevado de valores humanos y que trabajamos por la llegada de
una era paz, de justicia, de alegría, de belleza y de libertad.
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Se dice que para que una medicina sea realmente eficaz,
ésta debe ser solicitada por el órgano enfermo. En estos
instantes críticos de nuestra evolución y la de nuestro planeta,
somos muchos los que sentimos en nuestro interior la llamada
desesperada de aquello que los sabios de la antigüedad definían
como el Anima Mundi, el “Alma del Mundo”, exhortándonos a un
cambio urgente, inmediato, tal vez incluso drástico en nuestra
actitud, a todas luces destructiva e incluso suicida. De todas
las amenazas que asolan al ser humano y al planeta Tierra en su
conjunto, sin duda la posibilidad de un accidente nuclear, un
atentado terrorista o una guerra mundial con armas mucho mas
eficaces, impersonales, distantes, destructivas y mortíferas que
las de las anteriores contiendas, es la más peligrosa, porque en
una guerra nuclear no habría vencedores ni vencidos: todos
seríamos aniquilados, todo quedaría destruido.
Es evidente que ni las religiones organizadas, ni la ciencia
materialista, ¡cuán a menudo sin conciencia¡ ni la información,
ni las comodidades y el lujo burgués de la sociedad
industrializada, han conseguido hacer al ser humano más feliz o
más libre. Por el contrario, le han sumido en una soledad aun
más abismal y en una crisis personal y colectiva sin aparente
escapatoria. El miedo a perder los bienes –o males- materiales,
sociales, intelectuales; a ver quebrada nuestra falsa autoimagen,
nuestra “auto-estima” (una forma moderna de suavizar la
palabra “egocentrismo”) sume al ser humano en una pobreza moral
y espiritual peor que la temida pobreza que asola al Tercer
Mundo, aún en la vida bien ordenada, previsible, pronosticable,
y desafortunadamente tan predecible de nuestras grandes
ciudades.
Cierto es que en nada nos ayuda a realizar ese cambio el
ambiente de contaminación física y mental en que se haya nuestra
civilización, ni tampoco la intoxicación de información, cuán a
menudo manipulada o tergiversada por intereses políticos,
religiosos o socio-económicos, que suelen ser los mismos. A ello
se une el ruido, la prisa, el estrés y en muchos casos la
inseguridad y el miedo ambiental, que generan una vida de
competitividad, hasta contra sí mismo, donde se prima (e incluso
se premia) el éxito material a cualquier precio por el camino
perverso del egoísmo y la exaltación del individuo aislado por
encima del interés colectivo. Los medios de comunicación y a
veces también los sistemas educativos parecen querer mantener a
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las masas en una pubertad intelectual y emocional crónica,
mostrando constantemente a los jóvenes el negativo ejemplo de
personajes de escaso nivel intelectual y a menudo moral, que
logran la fama o el éxito social rápido -y evanescente-por el
camino de la mentira, el latrocinio, la delación, el oprobio y
de infamia.
¿RELIGION O ESPIRITUALIDAD?
André Malraux con su célebre frase profetizó: “el Siglo
XXI será espiritual o no será”. Pero deberíamos reflexionar
acerca de la diferencia sustancial que existe entre religiosidad
y espiritualidad. Podemos ser devotos seguidores de una religión
sin ser espirituales, e incluso, cómo los medios de comunicación
nos muestran a diario, ser fanáticos y llegar a convertirnos en
criminales o suicidas en nombre de un dios (con minúsculas) o de
una religión, y no haber en nuestro corazón una sola gota de
amor, ni de misericordia, ni de compasión.
Muchos son los hombres y mujeres sinceros en el mundo de hoy
que poseen una trascendente búsqueda espiritual y que viven su
propia vida según un ideal personal de ética viva, de valores
humanos y anhelo de paz, de justicia, de alegría, de belleza y
libertad, para sí mismos y para los demás. Que buscan una
relación íntima, personal y directa con su ser profundo, y que
voluntariamente han decidido alejarse de las religiones
organizadas o de cualquier estamento que pretenda monopolizar o
legitimar la Verdad. Las personas espirituales y conscientes en
el día de hoy, visitan cada vez menos las iglesias o los
templos, pero acuden a la Naturaleza, aprenden a meditar, a orar
en la profundidad de su corazón, a relacionarse con su
interioridad, a purificar sus palabras, sus corazones y sus
mentes. Se acerca la hora, profetizada por el insigne filósofo y
científico Theilard de Chardin, en la que amanecerá “una nueva
religión de la vida y del hombre”. Sin sacerdocios, sin
hierofantas, sin dogmas, sin iglesias ni templos de piedra, sin
intermediario alguno entre el ser humano y la Divinidad
inmanente y trascendente.
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NO-VIOLENCIA
¿Existe un camino, un sistema, una técnica que sirva para
recuperar la armonía, resolver el conflicto, mediar en la
contienda, pacificar, establecer lazos, crear acuerdos, tender
puentes entre bandos contrarios, entre personas de ideas
antagónicas, entre rivales, entre enemigos?.
¿O debemos imperativamente sufrir, o lo que es peor, ver
sufrir a nuestros hijos las consecuencias de nuestro egoísmo
brutal, de nuestro anacrónico individualismo, de nuestras
erróneas decisiones concatenadas, de la ignorancia voluntaria o
provocada? ¿Es necesario que el ser humano agote todas las
posibilidades naturales, energéticas, sociológicas y éticas para
que exista una reacción natural hacia la justicia, la belleza,
la paz y la armonía? Si existe, ese camino pasa inevitablemente
por la no-violencia.
Se ha escrito mucho acerca de la no-violencia. A menudo se ha
malinterpretado o maliciosamente manipulado su sentido real,
describiéndola como negligencia, apatía, cobardía o debilidad.
Es evidente que la aplicación de los principios de la noviolencia
se opone frontalmente a los negocios de los mercaderes
del templo, a los traficantes de armas, a los intereses de los
señores de la guerra y a todos aquellos que, a menudo tras el
telón, obtienen gigantescos beneficios del enfrentamiento entre
los pueblos y las personas, del caos, la destrucción y el
conflicto.
No obstante, el estudio de la historia contemporánea
demuestra que en el pasado siglo fueron derribadas dictaduras e
instauradas las democracias por la vía de las leyes, de los
derechos civiles y del sufragio universal, sin el recurso de la
fuerza. En este amanecer del siglo XXI se evidencia el ocaso de
las dictaduras, la desaparición paulatina de las fronteras, de
las diferencias sociales y raciales por la aplicación de la noviolencia
y la instauración de las democracias por la vía de las
urnas. Ha quedado demostrado que existe el poder creciente de
las masas críticas no beligerantes frente al la corrupción, el
despotismo y la intolerancia política o religiosa.
Los grandes defensores y a veces también mártires de la noviolencia,
como Mahatma Gandhi (cuya doctrina se inspiraba en la
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filosofía panteísta y naturalista del jainismo), Martin Luther
King, Jiddhu Krishnamurti, Lanza del Vasto, su santidad el Dalai
Lama o Morihei Ueshiba, creador del Aikido, nos han legado obras
profundas y muy útiles consejos para navegar en medio del océano
de nuestra vida sin recurrir al uso de la violencia.
Los seguidores de Gandhi acudían a hacer frente
pacíficamente al ejército de ocupación británico, temblorosos
pero firmes, poseídos por el ideal santo de sathyagraha (la
“firmeza en la verdad”). Desarmados y vestidos con un simple
doti de algodón, a veces solamente eran apaleados, otras muchas
detenidos y encarcelados, pero en ocasiones también fueron
asesinados, como en la infame matanza de Amristar, en la que 379
(otros 1137 resultaron heridos) seguidores de Mahatma Gandhi
fueron masacrados impunemente por las ametralladoras y los
fusiles del general Dyer, sin ofrecer resistencia. Las cámaras
de cine, la radio y los diarios extendieron la noticia por todo
el mundo. La presión mediática y la respuesta social aumentaron
y las consecuencias políticas fueron extraordinarias. Los
invasores dejaron la India tras casi dos siglos de ocupación,
sin necesidad de utilizar armas.
La aplicación de no violencia precisa de mucho valor, de una
gran fuerza de carácter, de un profundo espíritu de sacrificio,
de un difícil entrenamiento personal, de un compromiso con una
gran causa, de una lealtad hasta el límite, y en resumen, de una
visión interior que solo pude emanar de un contacto directo con
la fuerza del ser o del Yo. Para ser no-violento, uno debe
haber desterrado de su corazón la ira, el ánimo de venganza, el
afán competitivo, el individualismo y finalmente, en gran
medida, el miedo. La “ética viva” de la no violencia debería
ser enseñada por los padre a sus hijos en el hogar, por los
profesores en las escuelas, por los doctores de la ciencia en
las universidades, por los líderes políticos desde sus tribunas,
por los responsables religiosos desde sus púlpitos.
Podríamos definir así los principios fundamentales de la No-
Violencia según Mahatma Gandhi, que deberían ser constante
motivo de reflexión para los padres y madres de familia, así
como para estudiantes y profesores:
- La no-violencia es una actitud positiva de oposición al mal y
a la injusticia, utilizando la fuerza de la Verdad, la Justicia
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y el Amor, armas con las que el no-violento enfrenta la fuerza
de la razón a la razón de la fuerza.
- Todos tenemos una parte de verdad y de razón. Convertir
nuestra verdad en absoluta significa ignorar la verdad de los
otros y nos llevará a un conflicto sin solución. Debemos estar
receptivos a la verdad de los demás y reconocerla.
- A menudo las ideas y razonamientos constituyen tapaderas de
deseos e intereses. Debemos ser rigurosos y críticos con
nosotros mismos para descubrir qué parte de lo que defendemos es
objetivamente defendible, y renunciar a lo que no lo es.
- El mal y la destrucción del otro nunca se pueden aceptar ni
como fin ni como medio, son incompatibles con el respeto a la
persona.
- Los fines no justifican los medios; de un mal medio nunca
puede obtenerse un bien estable.
- La violencia genera violencia; además de inaceptable
constituye una manera absurda y siempre provisional de resolver
los conflictos. Con la violencia gana el más fuerte, no el más
justo.
- La única solución a un conflicto es la reconciliación y el
acuerdo del que se deriven consecuencias positivas para todos.
- La no-violencia no es algo tan fácil y burdo como lo han
descrito. No dañar a ningún ser vivo es sin duda una parte de
ahimsa, pero este es el aspecto mas sencillo. Todos los malos
pensamientos violan el principio de ahimsa, así como la prisa
injustificada, la mentira, el odio, el desear el mal a alguien.
- Es una violación quedarse para sí mismo aquello que el mundo
necesita.
- Se ha de evitar como sea la cobardía que surge a menudo de la
educación pacifista y el servilismo que viene de las
restricciones que han ido pasando de generación en generación.
- Sathyagraha (la firmeza en la verdad) es la consecuencia
directa de la no-violencia y de la verdad.
- Ahisma significa “amor universal”.
- No cooperar con el mal es un deber, lo mismo que cooperar con
el bien.
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- Cuanto más se recurre a la violencia tanto más nos alejamos
de la verdad, porque mientras luchamos con el enemigo nos
olvidamos del enemigo interior.
- No nos hemos de resignar al mal, eso sería cobardía.
- No rendir tu alma al conquistador significa que te negarás a
hacer lo que tu consciencia te prohíbe.
- De la misma manera que en el entrenamiento para la violencia
se debe aprender el arte de matar, en el entrenamiento para la
no-violencia se debe aprender el arte de morir.
- Lo mínimo que se exige a una persona que desea cultivar la
ahimsa de los valientes es, primero, barrer del pensamiento
toda cobardía y, una vez hecho esto, regular su conducta en
cada una de sus actividades, ya sea grande o pequeña.
Como podemos ver, ahimsa, la no -violencia, no es una aptitud
de cobardía, negligente e irresponsable. Por el contrario, exige
una tremenda fuerza de carácter y una intuición o inteligencia
agudizada que permite captar el núcleo del problema, la causa
última y el final de las situaciones conflictivas, adelantándonos
a dar de antemano una resolución reconciliadora.
Tal vez Mahatma Gandhi concluiría con estas notables
palabras:
“Yo solo puedo enseñar la no violencia a aquellos que
estén dispuestos a dar su vida, a los que no lo estén,
no puedo.”
Y O-Sensei Morihei Ueshiba nos mostraría el camino:
“Para poder iluminar el sendero es preciso estar
preparado para recibir el noventa y nueve por ciento del
ataque del enemigo y enfrentar el rostro de la muerte”
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ANATOMIA DE LA VIOLENCIA
Las artes marciales llamadas “tradicionales”- en el sentido
iniciático de initiare: “volver al origen”, y de “tradición”, o
“internas”, como a veces se las denomina, han mostrado siempre
una tendencia humanitaria, filosófica o metafísica, que
trasciende el sentido de lo religioso y acerca al ser humano a
una dimensión de consciencia expandida, libre y universalista.
Los maestros de budo (las artes marciales con un designio
trascendente) a menudo nos hablaron de una “alquimia interior”,
de una “vía iluminativa” expresada en clave marcial y bajo un
simbolismo guerrero. Los antiguos maestros del sable describían
esta búsqueda santa de liberación con el termino Seishin-Tanren,
la forja del corazón, la metamorfosis del ser por el proceso de
transformación de nuestra ganga, de nuestro metal bruto en la
fragua y el templado; por la calcinación al blanco puro y la
inmersión del filo de la propia alma en las puras y frías aguas
de una realidad trascendental. De ese proceso alquímico surge la
belleza, la firmeza, la rectitud y el brillo de la hoja de un
sable forjada por la mano de un maestro. Es la “alquimia sutil
del ser” que hace de nosotros, hombres medios o mediocres, un
tatsujin, un hombre realizado, un “Hombre del Tao”.
Debemos tener presente que la mayoría de los líderes de la
no-violencia, O-Sensei Ueshiba entre ellos, defendieron
firmemente esta alternativa no beligerante en tiempos de guerra,
de conflictos sociales, de persecuciones, de segregacionismo
racial, de fanatismo e intransigencia religiosa o política, y
que a menudo sufrieron en sus propias carnes la incomprensión,
la persecución, la censura e incluso la prisión y el sacrificio
de sus propias vidas.
Morihei Ueshiba habla a menudo en sus escritos acerca de
la no-violencia:
“Este valeroso sendero (de Aiki) no es para destruir a
los seres humanos con armas o fuerza bruta, o para
arrasar el mundo con bombas; es para establecer una
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correcta relación con ki Universal, para promover la
paz en el mundo, para nutrir todas las cosas y para
acoger la vida. Es un camino para forjar el espíritu,
para favorecer la vida sobre el poder de la vida, y
que nos una al poder de esa misma vida. Estos
pensamientos están siempre presentes en mi alma y en
mi cuerpo”. (1)
Ueshiba O-Sensei experimentó en su vida una verdadera
metamorfosis personal que a otros nos hubiera costado realizar
innumerables existencias. Desde los antiguos ideales de juventud
en los que trató de seguir fielmente la “Vía del Guerrero”
(bushido), para descubrir, por propia experiencia en el campo de
batalla, que muchas veces los hombres de armas, los “guerreros”,
supuestamente defensores de la paz, de la libertad y de la
justicia, valedores del sometido y del inocente, “defensores de
la viuda y del huérfano”, se convertían en su principal
adversario. Y que finalmente, esa “vía del guerrero” que
propugnaba una visión existencialista, a menudo negativa y
nihilista de la vida, y que incluso exaltaba la muerte trágica
y gloriosa, era astutamente manipulada por personajes sin
escrúpulos para hacer prevalecer sus intereses económicos, e
venganza o de poder. La historia secreta de todas guerras,
estudiada a la luz de la investigación científica e incluso
criminalística, nos aporta ahora reveladoras pruebas al
respecto.
La evolución personal de O–Sensei le llevó hacia el puro
misticismo por el camino de un “despertar del corazón”, que le
condujo hacia la iluminación espiritual y a un revelador sentido
del verdadero amor. Defensor acérrimo de la paz y seguramente
inspirado por su maestro Onisaburo Deguchi, se opuso
frontalmente a la entrada del Japón en la Segunda Guerra
Mundial. En uno de sus escritos leemos:
“Los ejércitos contemporáneos comportan una serie de
individuos que se sirven ciegamente de la violencia.
Ellos han olvidado que su misión es acudir en ayuda
de aquellos que sufren. Defender la patria es
defenderla por amor ¡jamás atacar, esa es la regla¡”
11
Es evidente que esas palabras, pronunciadas en los albores
de una monstruosa contienda internacional, estaban bien alejadas
del fanatismo reaccionario del Japón de aquel entonces y de la
locura colectiva que generó el ideal de un “mandato divino”,
que justificaba sus actitudes de expansionismo imperialista, y
que iban a sumergir a la Humanidad en la mas monstruosa guerra
que el mundo había conocido. Finalmente, y tal vez ante la
profunda decepción y el gran sufrimiento de Morihei y de
Onisaburo Duguchi, Japón atacó por sorpresa a la flota del
Pacífico en la bahía de Pearl Harbor, en la isla de Oahu en
Hawai, la mañana del 7 de diciembre de 1941. El ataque fue
dirigido el Almirante Isoroku Yamamoto y capitaneado por el
vicealmirante Chuichi Nagumo. Inmediatamente después, el
entonces presidente de los Estados Unidos Franklin Delano
Roosevelt declaró la guerra a Japón y cuatro días después,
Hitler hizo lo mismo a los Estados Unidos. La Segunda Guerra
Mundial había estallado.
El computo final de víctimas de esa guerra demoníaca, que
conoció los inimaginables horrores de las deportaciones masivas,
los éxodos de las poblaciones, el holocausto en los campos de
concentración, las abominables (“no-humanas”) experimentaciones
pseudos-científicas con cobayas humanas y los centros de
exterminio donde se aplicaron técnicas industriales al asesinato
en cadena de millones de personas inocentes. Una guerra en la
que la Humanidad conoció el límite de los inimaginables horrores
de los que es capaz el salvajismo del hombre. Finalmente, el
conflicto entre las naciones se saldó con un número de víctimas
calculado entre 55 y 7o millones de personas, entre combatientes
y personal civil.
Como consoladora anécdota, diremos que al terminar la guerra,
tras la capitulación incondicional de Japón y la subsiguiente
ocupación al mando de Douglas Mc. Arthur, comandante supremo de
las Fuerzas Aliadas, se prohibió absolutamente la práctica de
las artes marciales. Sin embargo, fue el Aikido el primer arte
liberado de esa prohibición, porque enseñaba los principios de
la no-violencia, y sobre todo, porque Morihei Ueshiba y
Onisaburo Deguchi no cesaron de negarse a aceptar la actitud
beligerante de su país, de hablar del “espíritu de la paz”, de
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la necesidad de una “reconciliación pacífica” y de la aplicar la
“fuerza del amor”.
La India védica nos enseña que el infierno de los guerreros
es (chatryas) es el orgullo y el odio, a menudo en la misma
vida. Leemos una reflexión acerca del “espíritu guerrero”, del
maestro de Aikido Terry Dobson, unex-marine destacado en Japón
al final de la Segunda Guerra y uchi-deshi (discípulo interno)
de O-sensei durante los nueve últimos años de la vida de su
mentor, los mas prolíficos, los mas espirituales y creativos
(¡O-Sensei Ueshiba llegó a ser considerado como la persona mas
religiosa de Japón¡) que desafortunadamente se perdieron muchos
de los actuales shihan (grandes maestros)del Aikido mundial.
Dobson sensei, como siempre en su estilo lleno de sabiduría y de
humor, nos dice:
“No sé qué es un guerrero. Tienes que mirar la
definición básica de guerrero como alguien que se ocupa
de la guerra, de alguna forma. Es algo muy malo, tontear
con la guerra. Mucha sangre, intestinos, realmente mala
cosa. Alguien definió a un guerrero como alguien que no
duerme dos noches en la misma cama. Esa es una
definición. ¿Significa eso que un vagabundo o alguien
que va dando tumbos por la vida es un guerrero? ( ) Por
eso, ¿Cómo puedo dar un discurso sobre lo que es un
guerrero?. No tengo ni la menor idea, pero sé que estoy
interesado en aprender cuán lejos estoy de ser un
guerrero. No cuán cerca, sino cuán lejos” (2)
AIKIDO: LA NO VIOLENCIA ACTIVA
Michel Coquet, un gran maestro de Aikido y del arte de la
espada, nos dice acerca de la no violencia activa:
“La verdadera no violencia establece sus fundamentos de
paz, no solamente en el presente de la acción, sino a
menudo, mucho tiempo después. La no violencia activa no es
el hecho de la no acción, sino el reconocimiento de una
armonía rítmica universal y la aceptación del hecho de
nuestra inclusión en el”. (3)
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Resulta muy revelador constatar el hecho de que la filosofía
del Aikido, que propone desde el principio la asunción de una
mente y una aptitud no violenta, de una consciencia liberal,
expansiva, mas allá del ego y del miedo, produzca resultados tan
inmediatos e incluso espectaculares. El paulatino o súbito
despertar de una inteligencia intuitiva, reconciliadora entre la
Naturaleza, la Humanidad y el Universo, explicaría porqué los
estudiantes serios de Aikido experimentan tantos y tan positivos
cambios –a veces drásticos- en su carácter, en sus hábitos de
vida, en su forma de interpretar la sociedad de los hombres;
esos cambios que en general les hacen proclives a la
investigación, al arte, a la cultura, al conocimiento de lo
sagrado, a la ecología, al trabajo social y humanitario, pero
sobre todo, a la búsqueda espiritual.
Es natural encontrar practicantes de Aikido trabajando como
voluntarios en organizaciones no gubernamentales, en proyectos
de defensa de la Naturaleza, en investigaciones científicas o
para-científicas, en trabajos de soporte de la ecología o en la
ayuda social a los desfavorecidos, a las víctimas de cataclismos
naturales o en el campo de la libertad de pensamiento- el autor
ha podido comprobarlo en numerosas ocasiones. Pero también en
monasterios tibetanos, en ashrams de la India, en grupos de
meditación, en centros Zen, en escuelas de yoga, en sociedades
de estudios espirituales y esotéricos, y en lugares sagrados de
peregrinación.
Fue para el autor de este estudio una bella y constante
sorpresa el comprobar a lo largo de los años que existen cientos
de obras escritas por estudiantes y profesores de Aikido, que
han vertido la impactante y reconciliadora “filosofía cósmica”
de su fundador (y sin saberlo, de Onisaburo Deguchi y de la OMoto-
Kyo) en temas tan diversos, pero tan similares, como la
física de partículas, la matemática cuántica, la ética, la
antropología, la psicología, la educación, la curación, la
alimentación y el cultivo natural o el arte en todas sus formas
y expresiones.
Vemos ahí el milagro del positivo y creativo ki del Aikido, y
sobre todo el resultado evidente de la aptitud no-violenta de la
mente que este arte de vida nos enseña. Morihei Ueshiba estaba
convencido de que solo el poder del amor, de la compasión, del
perdón y de la reconciliación con el enemigo (dentro y fuera de
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uno mismo) puede traer la armonía al mundo y devolver a la
Humanidad su perdida vinculación con lo Divino. Morihei concebía
el Aikido como una arte de la paz y de purificación, y estaba
convencido de que el Aikido podía cambiar el mundo, aplicando
sus enseñanzas como una forma de forja del alma o alquimia del
espíritu que transforma nuestra mente y nuestro corazón, y como
consecuencia todo cuanto nos rodea. Es muy difícil encontrar un
arte marcial en el que, como en Aikido, no se practique “contra”
el otro sino “con” el otro. Se trata de un trabajo de empatía,
de ósmosis, de reconciliación, de acuerdo y de pacificación
armoniosa.
Acerca de la No-violencia Activa, Lanza del Vasto, un gran
enamorado del Aikido y seguidor de Mahatma Gandhi dijo:
“La no violencia es simple, pero sutil.
Si es tan difícil aplicarla y hasta captarla, es porque
resulta totalmente extraña al común de las costumbres.
Sólo se puede hablar de la no- violencia si hay
conflicto. No se puede llamar no violento al que busca
refugio mientras el mundo se incendia. El que vive
tranquilo quizás sea no violento, pero no lo sabemos. Se
sabrá el día en que estalle el conflicto y lo veamos
resolverlo sin recurrir a la represión ni a la astucia.
Porque la no violencia consiste en decir ¡no! a la
violencia y sobre todo a sus formas más virulentas: la
injusticia, el abuso y la mentira.
¿Cuáles son las actitudes posibles frente a un
conflicto?. La No-Violencia es la quinta actitud.
Excluye a la neutralidad, excluye el combate, excluye la
huída, excluye la capitulación. Y aún cuando el
adversario sea tan tenaz y empecinado como para
impedirte arribar a la meta, la lucha te obligará a
victorias sobre ti mismo, a experiencias y
descubrimientos interiores, cuyo fruto te pertenece. Y
se lleva ese combate hasta su fin, que no es la
victoria, ni el botín; sino la reconciliación“
A sus discípulos y seguidores del sendero de Aiki, Morihei
Ueshiba nos recuerda:
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“Quiero que la gente escuche atenta la Voz del
Aikido. No es para cambiar a los demás, es para
modificar vuestra propia mente. Esta es la misión del
Aikido y debería ser vuestra misión”
AIKIDO Y AUTO-DEFENSA
A menudo se describe al Aikido como un arte marcial de autodefensa,
pero se acentúa excesivamente el aspecto marcial en
detrimento de su dimensión artística es decir, creativa. Por
otra parte, si reflexionamos en profundidad sobre el concepto de
auto-defensa, veremos que con frecuencia intentamos defendernos
de las consecuencias visibles originadas por nuestros propios
pensamientos, palabras y actos, de los que somos totalmente
responsables. Mahatma Gandhi nos diría:
“Puedo imaginar a un hombre armado hasta los
dientes que sea a un cobarde, pero no puedo concebir
que sea un cobarde alguien que se enfrenta al enemigo
sin armas y con la única fuerza de su convicción y de
su verdad”.
Mitsuji Saotome, filósofo y maestro de Aikido, nos ofrece
una visión profunda y meditada:
“La verdadera fuerza reside en el mundo espiritual y la
verdadera fuerza de la defensa consiste en protegerse
contra el Karma del enemigo. Si éste intenta daros
muerte, la única elección es la vida o la muerte. Si
sois débiles no podréis defender vuestro Karma ni el
del enemigo. Si sucumbís a un ataque, el enemigo es
culpable y se convierte en un asesino pero también
vosotros habréis pecado a causa de vuestra debilidad
pues le habéis obligado a mataros, su Karma y el
vuestro no son sino uno. Si el enemigo os ataca y le
matáis, sois vosotros los asesinos. El resultado es el
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mismo: una vida ha sido destruida. Poco importa quien
haya tenido la razón, el enemigo es nuestra sombra.
Vosotros y él no formáis sino una sola vida y matándole
cometéis también un suicidio. Vuestro deber es
defenderos defendiendo a vuestro enemigo. (4)
Terry Dobson sensei nos enseña a poner en práctica el
Espíritu del Aikido y el sentido real de la auto-defensa:
“Es tu responsabilidad proteger a la persona que te
está atacando. Si eres acusado injustamente, puedes
proteger a la persona que te acusa mirándola con
compasión. Intenta entender porqué te está acusando
injustamente. Entonces renuncias a la malevolencia en
tu respuesta a él. Esto es extremadamente
sofisticado, porque es muy difícil para tu enemigo
atacarte cuando estás en estado compasivo”. (2)
Y O-sensei Morihei Ueshiba añadiría:
“La verdadera autodefensa no es solamente el estudio o
la aplicación de técnicas corporales, ella es, ante
todo, la modificación completa de la mente. Es preciso
cambiar de consciencia. Algunas técnicas o un cuerpo
vigoroso no son suficientes, no son más que
instrumentos al servicio del espíritu”.
MAS ALLÁ DE LA VIOLENCIA
Jiddhu Krishnamurti, una de las inteligencias más preclaras
del siglo XX, escribió acerca de la violencia:
“La fuente de la violencia es el yo, el ego, el yo
mismo que se expresa de tantas maneras diferentes- en la
división, en tratar de ser o dejar de ser alguien”.
17
Para Krishnamurti, el cambio de la sociedad es algo
secundario, ello ocurrirá natural, inevitablemente, cuando los
seres humanos realicen un cambio en sí mismos. No puede existir
una verdadera transformación en la sociedad sin una revolución
interior, sin una profunda necesidad de cambio en lo personal.
Esa metamorfosis puede proceder de una toma de consciencia
individual, progresiva o súbita, o ser consecuencia de un hondo
sufrimiento.
Krishnamurti nos dice que mientras sobreviva en nosotros una
idea de un “yo” distinto, separado, aun de manera sutil, siempre
habrá miedo, siempre habrá violencia. Hay violencia al tratar de
ser yo, de llegar a la cima, de ser distinto, de ser superior,
mejor, incluso de ser un hombre genial o un santo. Hay violencia
porque esos pensamientos, esos anhelos no surgen del amor sino
del deseo y del miedo.
Gautama Buda descubrió y enseñó a los hombres que el origen
del mal y del sufrimiento era el deseo. El temor surge del
deseo, es el origen del conflicto y con el conflicto, llega el
sufrimiento. A menos que la mente esté absolutamente libre de
temor, toda clase de acción engendra más perjuicio, más
desdicha, más confusión. Krishnamurti decía que era imposible
ser no violento mientras subsistiera el miedo; de esa forma, la
no violencia se convierte en un subterfugio, en un disfraz, en
una caricatura de santidad que puede deshacerse inmediatamente y
explotar ante la tensión y el conflicto personal. Las religiones
organizadas han utilizado el miedo como una eficaz herramienta
de control de las masas, ejerciendo un poderío despótico sobre
las mentes- el temor a la muerte, al castigo, a la condenación,
la no recompensa- e injertando en nuestra subconsciencia las
mórbidas y latentes semillas del temor y la auto-culpa.
Todos nosotros funcionamos desde un centro de miedo,
ansiedad, codicia, placer, desesperación, esperanza,
dependencia, tendencia, inercia, ambición, comparación- desde
ese centro pensamos, sentimos y actuamos, o en el peor de los
casos, somos. Estamos acostumbrados a vivir sumidos en una
niebla de miedo. Acudimos al trabajo por miedo, buscamos
compañía por miedo, huimos de la soledad por miedo. A veces,
incluso, le ponemos otros disfraces y hasta podemos decir que
actuamos en nombre de la libertad, de la justicia o del amor,
pero en el fondo, estamos hablando desde nuestros miedos.
18
Krishnamurti nos muestra que toda violencia surge del
conflicto entre el yo real y el yo ilusorio, es decir, nuestra
verdadera naturaleza y la idea que tenemos de nosotros mismos.
Desde el momento en que existe en nosotros algo que desea
sobrevivir, conservarse o ser superior a los demás, existe el
temor a la pérdida. De esta forma, deducimos que la violencia
surge del miedo. La violencia mental, moral, verbal o física
surge del temor a la pérdida del ego, de la idea del “yo mismo”.
El ego está siempre muerto de miedo, teme morir, teme no
sobrevivir, teme ser desenmascarado, teme ser descubierto,
aniquilado, no ser inmortal, no “perdurar para la posteridad”. A
menudo las personas egocéntricas, e incluso con egos
superlativos- que por cierto son los mas proclives a la
depresión, y muchos personajes históricos famosos o infames son
una muestra evidente- estuvieron toda su vida sumidos en una
espesa niebla de miedo y de culpa.
Es evidente que el miedo surge del pasado, es decir, de la
memoria subconsciente donde se han ido acumulando millones de
experiencias desde nuestro paso por el mundo animal, hasta el
reino humano. Se deduce pues que el miedo procede del pasado y
que no podemos ser realmente libres mientras no nos separemos,
no nos liberemos del pasado. Mientras una parte de nosotros se
encuentre vinculada con antiguas vivencias o recuerdos, existirá
el temor y la tendencia a la violencia
La violencia de género es un claro ejemplo del miedo llevado
a la destrucción del objeto amado o deseado, por el temor a la
pérdida del control. En este tipo de violencia, desgraciadamente
a la orden del día, el agresor intenta y a veces consigue
destruir el objeto de su pasión o de sus pseudos- sentimientos,
en realidad, de sus deseos. En el llamado “Síndrome de
Estocolmo” encontramos también una forma exacerbada, casi
grotesca de miedo, que lleva a la víctima a identificarse
emocional y patológicamente con su torturador o captor.
Encontramos casos similares en el llamado “síndrome de
manipulación parental”, y en el de acoso moral o laboral, que
son la verdadera “magia negra” del mundo de hoy.
Es sabido que el ser humano tiene tendencia a destruir
aquello que teme. Se han masacrado montañas de inocentes
criaturas debido al temor o a la superstición. Tal vez por esa
razón las guerras religiosas, si bien sirven de pretexto a
19
causas mucho más terrenales que divinas, sean las más cruentas y
las más eficaces. Se ha torturado y dado muerte a sabios, a
hombres y a mujeres de gran inteligencia y genialidad, a santos,
a seres luminosos, a grandes científicos y a maestros
espirituales por el simple hecho de que su luz revelaba nuestra
penumbra, evidenciaba nuestra oscuridad. Su belleza de carácter,
su inteligencia, su elevada moral, su “visión”, su sabiduría y
amor ofendían grandemente nuestra mugre moral, nuestro harapo
intelectual, nuestro deseo y apego emocional disfrazado de amor.
Grandes maestros de la Humanidad fueron sacrificados porque
iluminaban la oscura noche en la que nos hemos acostumbrado a
vivir, porque deslumbran los ojos de aquellos que prefieren
vivir en las tinieblas, en un mundo de medias verdades, de
medianías, de medias tintas, de medias luces, en la penumbra
aciaga en que nos movemos a tientas, pero con soltura.
¿Cómo podemos vencer al miedo? ¿Cómo podemos derrotar a sus
terribles hijos, la violencia, el orgullo, los celos, la
envidia, el egoísmo? Los sabios nos dicen que solo con la fuerza
del amor, pues el verdadero amor es siempre expansivo, libre,
abnegado y valiente. Una madre es capaz de internarse en la
selva infestada de tigres para buscar a su hijo, donde ni
siquiera un soldado de fortuna armado hasta los dientes se
atrevería, y la Naturaleza nos de muestras constantes del amor
abnegado y heroico de las hembras en defensa de sus crías. Pero
el amor del que nos hablan los maestros espirituales es un amor
sobre-natural, metafísico, no procedente del instinto: es el
amor sin miedo y sin ego. No es el amor humano, ese amor
minúsculo que sufre y que hace sufrir, cuan a menudo hecho de
deseo, de temor y de apego, sino el amor desapegado, expandido,
luminoso y firme del corazón compasivo.
Tenemos derecho a ser libres, pero también sabemos que la
libertad no es indulgencia, anarquía o caos. Somos conscientes
de que no podemos ser libres en forma alguna mientras tengamos
miedo. En cualquier momento, el temor pude hacer estallar los
resortes de la agresividad, de la violencia y de la
destructividad. Por desgracia, nuestra relación con el mundo
que nos rodea, con la Naturaleza, con lo Divino, no está basada
en el amor, sino en el miedo. En una ocasión, el autor preguntó
a un santo hindú: ¿Cómo puedo ser libre? Su categórica respuesta
fue: ¡no tengas miedo¡
20
La libertad no es hacer lo que yo quiero por encima de los
derechos de los demás, pues mi libertad- dice el proverbiotermina
donde comienza la del otro. La libertad implica la
absoluta responsabilidad de nuestros pensamientos, palabras y
actos, y de las repercusiones visibles o invisibles que estos
tienen sobre nuestras vidas y las de los demás, es decir, de
nuestro karma.
Nada es tan difícil como aprender y enseñar a los demás a ser
libres. Creer desde el fondo de nuestro corazón que somos
libres, que somos el Ser divino, que nuestro Yo permanece en
contacto constante con la Unidad parece una batalla perdida.
AIKIDO: LA VICTORIA POR LA PAZ
André Nocquet, maestro de Aikido, ilustre discípulo
occidental de Morihei Ueshiba Ueshiba, escribió estas profundas
y redentoras palabras:
“Aikido es la victoria por la paz. Este concepto no
permite vencer sino convencer de que el ataque es
inútil. Es preciso proyectar en el corazón del
adversario y en la más oscura conciencia, una fuerza
benéfica tal, que venceremos por su causa y también por
la nuestra”. (5)
O-sensei nos enseña:
“El arte de la Paz es el principio de la noresistencia.
Porque no es resistente, cuenta desde el
principio con la victoria. Los que tienen malas
intenciones o pensamientos pendencieros son derrotados
instantáneamente. El arte de la Paz es invencible porque
contra nada lucha.
El camino el guerrero, el arte de la política, es
detener el conflicto antes de que se inicie; consiste en
derrotar al adversario espiritualmente, haciéndole
21
comprender la locura de su acción. El camino del guerrero
es establecer la armonía”. (6)
En Aikido- y otras vías marciales superiores- la extensión de
nuestras manos abiertas hacia el adversario proclama a los
cuatro vientos nuestra intención no beligerante, nuestra idea
sobre-natural (por encima del instinto de conservación) de
establecer la paz, de evitar el combate, de re-establecer lazos,
treguas, pactos, de tender puentes en la línea fronteriza de
nuestro espacio y del suyo, mediar en el conflicto, pacificar. O
sensei Ueshiba, que definía a su Aikido como el “arte de la
paz”, nos enseña:
“El verdadero guerrero siempre cuenta tres armas. La
radiante espada de la pacificación, el espejo de la
valentía, la amistad y la sabiduría y la piedra
preciosa de la iluminación.
En el Arte de la Paz no hay disputas; el verdadero
guerrero es invencible porque contra nadie lucha.
Vencer significa derrotar la idea de disputa que
albergamos en nuestra mente.
El arte de la paz no se apoya en armas ni en la
fuerza bruta para triunfar; en lugar de eso, nos
afinamos con el Universo, mantenemos la paz en nuestros
ámbitos, nutrimos la vida y evitamos la muerte. El
verdadero significado de la palabra samurai es aquel
que sirve y se adhiere al poder del amor”. (6)
El arte del Aikido propone una actitud flexible,
adaptativa, expansiva, libre, circular y horizontal del
pensamiento y del acto, a diferencia del radicalismo vertical,
anguloso y restrictivo del pseudo-racionalismo en el que hemos
sido educados. Es por la aplicación del círculo, de la espiral y
de la elipse que todo conflicto, toda tendencia a la separación,
toda inercia se disuelve en si misma. Los sufíes dicen que “todo
aquello que es perfecto, es circular”. Numerosos problemas de la
vida cotidiana se resuelven con la aplicación del principio
circular de la energía. El Maestro Ueshiba nos dice:
22
“El círculo engloba el espacio y es de la perfecta
libertad de este Vacío que nace el Ki (la energía
primordial). A partir de ese Centro los procesos de
creación son unidos por el espíritu del Universo sin
límites. El Espíritu es el Creador, el hombre eterno
insuflando la vida a todas las cosas. En el interior
del círculo, el Ki del Universo es dirigido hacia el
proceso de la creación, de la evolución, de la
protección”.
Su hijo Kissomaru Ueshiba no dice que:
“En Aikido, la proyección aparece para realizar la
plenitud del movimiento y no para romper ese movimiento
por un choque brutal. Se dice que el movimiento se
expresa como un círculo. En realidad, el movimiento va
y viene sobre sí mismo, a imagen de un ocho, de flujo y
reflujo. Dicho de otra forma, expresando una fuerza
siempre en acción que jamás se detiene”.
Se sabe ahora que el desarrollo del lenguaje, que la
neurología y la neuro-anatomía localiza en el cerebro frontalneocortical,
contribuye enormemente a pacificar las tendencias
violentas de comportamiento. Es conocido el hecho de que las
personas de escaso o pobre lenguaje son más proclives a la
agresividad y a la violencia. Un reciente experimento realizado
en San Sebastián, España y publicado en la revista Nature,
viene a corroborar este impactante descubrimiento.
Un grupo de investigadores de varios países, dirigidos por
Manuel Correiras, realizaron un experimento sobre la importancia
de aprender a leer y cómo esta habilidad cognitiva hacía
disminuir drásticamente la tendencia a la agresividad. No
pudiendo realizar la experimentación con niños por la
imposibilidad de tener referencias anteriores, decidieron
hacerlo con excombatientes de las guerrillas de Colombia, en su
mayoría totalmente analfabetos.
23
El resultado no pudo se más espectacular y esperanzador:
tras examinar con sistemas de resonancia magnética (MIR) el
cerebro de veinte antiguos guerrilleros que habían pasado por un
programa de alfabetización y aprendido a leer, comparados con
otro grupo que no lo hizo, se observó el aumento de materia gris
en cinco áreas cerebrales de los primeros, entre ellas, las del
proceso de información visual, espacial y fonética, pero sobre
todo semántica. Se observó también que el acto de aprender a
leer conectaba ambos hemisferios del cerebro. Algo todavía mas
interesante es el hecho de que la zona cerebral asimilada al
lenguaje esté en directa relación con el movimiento, de ahí que
la practica de la danza, el canto, ciertas formas estéticas de
arte y evidentemente, el Aikido, desarrollen notable una
proclividad a la no-violencia, al placer por la estética, el
lenguaje, la cultura y el arte.
Deberíamos, al respecto recordar, que el propio Morihei
Ueshiba enseñaba constantemente que el Aikido era absolutamente
indisociable de la ciencia del uso de los “Sonidos del Alma”, o
Kototama, y que era imposible comprender y menos aun practicar
el Aikido sino se estudiaba esta ciencia esotérica y sagrada.
También cabría recodar, que fue Onisaburo Deguchi quien
trasmitió a Morihei la iniciación en esta milenaria ciencia
mística, y que fue Deguchi quien le propuso que creara un arte o
una disciplina espiritual y física, basada en su extensos
conocimientos de artes marciales, con objeto de explicar y dar
un corpus visible a las enseñanzas de meditación khinkonkisshin
y de kototama que emanaban de la O-Moto-Kyo.
Por el contrario, se constata que la incultura, la falta de
acceso o el rechazo a la información, a la educación y a la
formación, fomenta un aumento de la delincuencia, la agresividad
y de la violencia. Por esta razón durante siglos, y aun en la
actualidad en numerosos países donde imperan gobiernos
totalitarios, o sistemas religiosos fundamentalistas, se
proscribió el acceso a la lectura (sobre todo a las mujeres) y a
la educación, como una forma de sometimiento y manipulación. Las
religiones violentas o machistas, los sistemas políticos ultraconservadores
o reaccionarios, siempre han temido a la cultura
pues favorecía la expansión de la mente, el acceso al
conocimiento (que los antiguos llamaban gnosis) y por tanto a la
libertad de consciencia. Una de las primeras estrategias de
24
cualquier movimiento religioso extremista, de un grupo sectario
o de un sistema políticamente reaccionario (la historia antigua
y contemporánea lo demuestra) es precisamente destruir los
libros y prohibir el acceso a la cultura, a la literatura, a la
ciencia y al arte. Tal vez, aun de forma inconsciente, los
líderes políticos y religiosos de tales organizaciones poco
proclives al liberalismo, y menos aún aptitudes democráticas,
saben utilizar una socavada censura moral y ética a la medida de
sus intereses pecuniarios, como la mejor forma de fabricar
votantes, soldados y sicarios sin conciencia que obedecerán de
forma ciega al mandato programado de sus líderes; de fanáticos
fácilmente manipulables y de seguidores sometidos a una infracultura,
que no tienen o no pueden tener acceso a ninguna fuente
de información científica, filosófica, artística, histórica o
espiritual liberatoria o vanguardista, que inmediatamente es
anatematizada, tildada de subversiva, herética o simplemente de
“peligrosamente liberal”.
Sin embargo, todo profesor o instructor honesto, como todo
padre y madre que de verdad ame a sus hijos, tiene la absoluta
obligación moral de fomentar el amor por la cultura, por la
Naturaleza, el respeto profundo por la Vida, el placer del
lenguaje, el arte y la filosofía; el acceso a fuentes de
información fidedignas, a teorías científicas avanzadas, al
libre-pensamiento, a ideas vanguardistas que les ayuden a ser
mas felices y mas libres y, en resumen, a descubrimientos del
pasado, del presente o del futuro útiles para la Humanidad y
para la elevación de sus sagradas vidas.
Aikido y Meditación
En el proceso de liberar la mente y expandir la consciencia,
con todas sus positivas consecuencias, es muy importante,
incluso inevitable, la práctica de la meditación. Allí radica la
diferencia entre escuelas, sistemas y profesores, precisamente
en le hecho de que estos practiquen o no la ciencia de la
meditación.
En algún momento de la evolución de un artista marcial o de
cualquier espíritu creador en general, es absolutamente
imperativo que se estudie y se practique la meditación, de lo
contrario, el Ki que se desarrolla con el entrenamiento, de
tendencia gravitatoria, puede alimentar y sobre-estimular las
25
bajas tendencias (los centros inferiores o “chakras”) y
convertirse en un ponzoñoso veneno que vaya acumulándose en el
interior, con todas sus previsibles y nefastas consecuencias
sobre la salud física y mental, o que se libere hacia el
exterior, cuyas inevitables y visibles expresiones son la
malignidad de carácter, la agresividad (física, mental, verbal y
emocional), la exaltación del egocentrismo, del fanatismo, del
individualismo, del radicalismo. El aumento de los compulsivos
deseos, como las adicciones, la obsesión, la avidez, la
avaricia, la voracidad, y en resumen, el incremento de las
inercias salvajes y primitivas del cerebro reptiliano.
Ello explicaría el carácter negativo de ciertos profesores y
expertos de Aikido y otras artes marciales y disciplinas de
auto-conocimiento, orientales y occidentales, que tras muchos
años de serio pero erróneo entrenamiento, dan muestras de un
comportamiento imprevisible, con cíclicas explosiones de
carácter alternadas entre tristeza-depresión y arrebatos de
euforia-cólera, de pulsión sensual, de deseos compulsivos,
celos, envidia, ira y en resumen, de negatividad y
destructividad, cuyas víctimas mas inmediatas son sus propios
alumnos, que a menudo, por una suerte de mecanismo autodefensivo,
abandonan la práctica o por imitación u ósmosis,
suelen adquirir similares hábitos de comportamiento. No
olvidemos el antiguo axioma que dice: el alumno es el vivo
reflejo de su profesor.
No cesaremos de repetir que la energía, el ki, es
absolutamente neutral, totalmente impersonal, y que alimenta y
hace crecer lo que hay más relevante en la mente, al igual que
la luz del sol nutre y permite desarrollarse por igual una
planta de apio o de opio. Ya sea para acentuar nuestras
tendencias naturales y brutales, o exaltar las experiencias
espirituales y la elevación y expansión de de consciencia,
interiorizándola y vivificándola por el proceso de la
meditación. Ello es la causa de que tantos practicantes de artes
marciales desarrollen un tipo de ki agresivo, destructivo o
nefasto, que se evidencia en sus palabras procaces,
destructivas, desbocadas, coprólabas; en sus actos violentos,
manipuladores, lascivos, destructivos, y evidentemente, en su
origen, en sus pensamientos malignos alimentados por un
incontrolado y nefando ki.
26
HEI-HO: VENCER SIN COMBATIR
Risuke Otake sensei, Tesoro Nacional Viviente de Japón y gran
maestro actual de la escuela de sable Tenshin Shoden Katori
Shinto Ryu, nos dice:
“Si comenzamos a batirnos, es preciso vencer,
pero batirse no es la meta. El arte del guerreo
es el arte de la paz. El arte de la paz es el más
difícil: es preciso vencer sin combatir”.
De la quietud interna de la meditación surge la paz y la
armonía, y opuestamente, de la lucha y el eterno conflicto
interior del hombre, brotan las guerras, las injusticias y las
tragedias del mundo actual. El Aikido no cree en el enemigo
porque no cree en la dualidad. Trata por todos los medios de
recuperar la armonía, reestablecer la unidad perdida, dejar de
ser dos, volver a ser uno, con el adversario, con la Naturaleza,
con el Universo, pero sobre todo, con uno mismo. La palabra maai,
tan utilizada en Aikido y otras vías marciales, que
significa distancia o espacio-tiempo, posee una traducción mucho
mas profunda: “intervalo antes de la unión”.
Tarde o temprano surge en la mente de un verdadero
practicante de Aikido o de otras artes marciales que posean una
dimensión trascendental o filosófica, esta pregunta: ¿Cómo es
posible que a través de una vía marcial, de un arte de combate o
de supervivencia, que fue creado para matar, que es fuente de
dolor y de sufrimiento, pueda alcanzarse la paz y la armonía?
La historia y a menudo la leyenda de los grandes héroes y
maestros del pasado nos demuestra que es posible alcanzar ese
estado espiritual a través del arte de la espada, del arco o de
las manos vacías. Surge entonces otra pregunta: ¿cómo, con qué
método aquellos hombres extraordinarios del pasado llegaron a
desposeerse completamente de sí mismos, alcanzando progresivos
estados de consciencia expandida e incluso de iluminación?
¿Cómo, a través del arte del sable, del Karate-do o del Aikido,
27
Harigaya Sekiun, Lizasa Choisai, Yamaoka Tesshu, Sigeru Egami o
Morihei Ueshiba– personajes únicos desde la edad media hasta el
siglo XX –alcanzaran una misma experiencia o “visión”, una
“comprensión súbita” (kensho) de la verdad, atravesando por
experiencias similares de despertar espiritual y hasta de satori
o iluminación?
Harigaya Sekium, un gran espadachín del siglo XVII,
enseñaba que no debían imitarse los movimientos de los animales,
ni en el pensamiento ni en la acción. Creía que esgrimir con un
bárbaro instinto animal, desde la brutal selección natural,
desde el miedo instintivo, el odio y el resentimiento, que tan a
menudo caracterizaban a las escuelas de esa época y de siglos
posteriores, era un error fatal que según su experiencia,
desembocaba inevitablemente en «combates bestiales». Como
Morihei Ueshiba, Sekium también descubrió que el arte del sable
consistía en esgrimir en armonía con los movimientos de los
astros, las energías y vibraciones sutiles de la Naturaleza.
Harigaya Sensei, que fue un filósofo, visionario, poeta,
buscador de la paz y un verdadero “hombre universal”, enseñaba a
sus discípulos a practicar la esgrima con movimientos relajados,
apacibles, sin ritmo establecido; a ser «uno con el movimiento
del otro». Mostró un camino, a través del arte del sable, para
alcanzar el “reino de lo sagrado”. En su enseñanza trascendió la
idea primitiva y salvaje de Ai-Uchi: cortarse o darse muerte uno
al otro, hacia Ai-Nuke: ser uno con el otro.
Para Sekium sensei, el ideal era entrar en el espacio
sagrado, único, del oponente, que definía con la frase: « uno
solamente, dos nunca ». Llegó al convencimiento de que no se
podía acceder a ese espacio santo por medios ordinarios, y habló
entonces de «volver a la Unidad», a la esencia o energía
primordial (ki-ichi). Contrariamente a otras muchas escuelas que
proponían la fuerza, la voluntad, el estoicismo ante lo
inevitable, la astucia, la estrategia, e incluso la maldad
tácita, propuso valientemente el ideal del “guerrero de la paz”,
a través de la “espada de reconciliación” y del camino santo de
la armonía con el Universo. Al final de sus días, pensaba y
enseñaba a sus discípulos, que la asunción de ese estado
espiritual sobre-humano, solo era posible por “la gracia del
amor”.
28
Shigeru Egami era conocido como el «maestro fantasma», pues
súbitamente desaparecía de la escena pública y se consagraba a
grandes periodos de accesis (gyo) en la Naturaleza. En su deseo
de purificar su cuerpo y su espíritu y profundizar en los
misterios del Ki, se sumergia bajo las cascadas, ayunaba, oraba,
meditaba y practicaba ejercicios ascéticos en la montaña
(nyubu). Rendía a menudo visita a O- Sensei Ueshiba, y
finalmente fué iniciado en O-Moto-Kyo por Tadao Okuyama, un gran
experto en Karate-do, miembro de la nueva religión.
Egami Sensei creó o descubrió el Karate-do Shotokai
inspirándose en las antiguas enseñanzas de los grandes hombres
del Budo y en los preceptos esotéricos, filosóficos,
cosmogónicos y naturalistas de la escuela O-Moto-Kyo. Impregnó
también profundamente su noble arte del legado espiritual de su
maestro, Gichin Funakoshi, quien practicaba de forma fluída y
flexible, así como del estilo de Aikido Shinwa-Taido de Shoyo
Inoue, sobrino de O-Sensei, y de las antiguas escuelas de sable.
Como es la sagrada obligación de un verdadero discípulo,
Egami sensei fue mas allá de las enseñanzas de su maestro, un
hombre de gran virtud moral, humildad y sabiduría. Investigó en
profundidad el mundo espiritual de Ki, del kokyu (la “fuerza el
alma” o “expresión del espíritu”) y de la “unidad reencontrada”
(ki-musubi); experimentó en su propio cuerpo, en su mente y en
su espíritu, y finalmente encontró y trazó una renovada vía
espiritual a través del Karate-do Shotokai para sus discípulos y
para futuras generaciones, en la que enseñaba a practicar de
forma no violenta, ni siquiera contra sí mismo.
Como todo verdadero buscador, también Shigeru Egami sensei
encontró en su camino de búsqueda trascendental el principio de
la no-resistencia, del “no obrar consciente” que la filosofía
taoísta llama “wu-wei”; una forma sublime de entender la
práctica y la vida misma, considerada en algunas escuelas
clásicas como himitsu o “enseñanza secreta”. Partidario de una
necesidad vital de encontrar la paz y de expresarla como
benevolencia, alegría y compasión, descubrió a través de una
práctica más allá de lo humano el concepto Hei-Ho, el arte de la
paz o de “vencer sin combatir”. En sus escritos, leemos:
29
“Cuando comencé a aprender la noción de hei-ho,
sentí un gozo inmenso. Hei-ho es el arte de vivir
habiendo trascendido la idea de vivir o de morir. Es
por ello el arte de estudiar y practicar la verdadera
vida.
Heiho, el método de la paz, forma parte de la
tradición japonesa. Se trata de un método para hacer
vivir a los hombres y no para matar. Pienso que es
alzando la calidad del karate hasta el Heiho que
llegará a ser un verdadero karate-do”. (7)
A partir de ese momento de divina intuición, elevó la práctica
puramente física o renshu, al nivel de una verdadera disciplina
espiritual de “alquimia interior”, de “forja del espíritu”
(geiko). Como Harigaya Sekium, también en su enseñanza desdeñó
imitar a los animales, pues el espíritu humano estaba por encima
de la fuerza bruta, la fiereza, la astucia o la bestialidad. Por
el contrario, enseñaba también a practicar imitando los
movimientos de los astros, el fluir del agua, el movimiento del
viento en las copas de los árboles, del peso de la nieve posada
en las ramas de los pinos, a fluir (ki-no-nagare) y hacerse uno
(ki-musubi) con la “energía de la vida” (seiki). Como para
Leonardo da Vinci y los grandes hombres y mujeres del
Renacimiento, el arroyo, el umbrío del bosque, la tempestad, la
tormenta, las nieves perpetuas en cimas de las montañas, las
noches estrelladas, la orilla del océano, la lluvia y el viento
fueron sus maestros secretos.
Como consecuencia de la observación y el contacto directo
con la energía de la Naturaleza, la rigidez y la dureza fueron
remplazadas por la fluidez, la adaptabilidad y la flexibilidad.
En lugar del rígido, militarizado y a menudo masoquista e
incluso sádico sistema de entrenamiento del pasado y de algunas
escuelas contemporáneas, sobre todo las que surgieron en los
albores de la Segunda Guerra Mundial, aconsejaba a sus alumnos
que entrenaran siempre relajados, alegres, sin ánimo de
competición o de lucha: ”Solo tenéis un enemigo: vosotros
mismos”, repetía con frecuencia. Insistía continuamente en el
concepto de “Omoi, la amistad y la ayuda mutua con afecto y
desapego”, y transformó la práctica marcial en un arte de
expresión de la vida y del alma.
Proscribió también cualquier forma de competición (como las
30
escuelas antiguas, Shotokai, en la línea pura de su inspirador
Egami Sensei, sigue siendo la única escuela de Karate-do que
prohíbe formalmente la competición) y enseñó su arte de forma
holística y sinérgica, a través de movimientos simples,
expansivos, relajados y llenos de belleza, donde la alegría, el
respeto por la vida, el amor a la Naturaleza, la compasión y la
humildad se hacían cuerpo, cobraban vida y se expresaban en la
mirada alegre, el buen humor, la solidaridad, la ayuda mutua, la
apertura de las manos, la sonrisa en el rostro, el descenso de
los hombros, la profundidad de la respiración, el espíritu
despierto, la adaptabilidad de la mente y la fluidez del cuerpo.
No deberían nunca desdeñarse estas sabias palabras y
enseñanzas santas de un verdadero maestro, que como otros
expertos de gran talento y corazón, realizó una muy honesta,
siempre arriesgada, heroica, sacrificada y a menudo
incomprendida búsqueda personal en beneficio de sus alumnos y de
toda la Humanidad.
Todo sincero estudiante de Aikido y de otras artes marciales
con similares objetivos, debe hacer un esfuerzo consciente por
integrar esta sabiduría de los maestros pasados en su práctica y
su vida personal. Esos hombres geniales, muy cultos, iluminados,
sabios, artistas, poetas, humildes, muy pobres y a la vez
extremadamente ricos en fuerza espiritual y moral, resistentes y
capaces de adaptarse a cualquier circunstancia como la
Naturaleza misma, a menudo vivieron en la soledad y fueron
víctimas de la incomprensión de sus contemporáneos, de sus
discípulos, de las guerras de “interpretación” de generaciones
posteriores, de sus respectivas enseñanzas y herencias
espirituales. Y sobre todo fueron víctimas de la persecución de
las oscuras fuerzas que se oponen a cualquier forma de expansión
de la mente y del corazón, de libertad de consciencia y
pensamiento.
Estos verdaderos “hombres Universales”, que con frecuencia
vivieron en la sórdida pobreza material, hicieron un esfuerzo
sobre-humano, escalaron las más altas cimas de la evolución de
la consciencia y nos legaron un tesoro de incalculable valor, si
somos capaces de encontrar la llave misteriosa que abre de par
en par los portales del templo secreto de esa verdad.
31
LA “HOMEOPTAÍA DE LA VIOLENCIA”
A veces se ha descrito el Aikido como la “homeopatía de la
violencia”: lo similar atrae a lo similar. Lo similar cura lo
similar. Lo similar redime a lo similar. Lo similar libera a lo
similar. Pero evidentemente no solo el Aikido ha sido el
legítimo heredero de los grandes preceptos de la paz, la armonía
y la no-violencia legados por los maestros del pasado. Otros
sinceros expertos, como ya vimos, emprendieron una arriesgada
búsqueda filosófica y técnica similar en diferentes campos del
saber y de la ciencia de la evolución de la mente-consciencia.
Raros expertos y maestros escalaron la misma montaña santa y
encontraron un idéntico sentido real de la Vía.
El estudio de la vida y la obra de los maestros, de esos
hombres del Renacimiento, libre-pensadores, extraordinarios
artistas, visionarios filósofos y creadores, y sin excepción,
grandes meditantes, nos demuestra que todos ellos atravesaron
por épocas de gran sufrimiento y purificación, y soportaron
estoicamente situaciones materiales y morales que hubieran
partido en dos el corazón de cualquier ser humano común. Y a
pesar de ello, nos hablaron constantemente de la urgente
necesidad de recuperar la armonía con del reino de los “dioses”.
Nunca dejaron de creer en lo Divino en el hombre, en la fuerza
del espíritu, en la bondad intrínseca del corazón humano, en la
luz que brillaba, implícita, en las sombras externas de las
mentes de los hombres. Nunca cesaron de hablar del verdadero
amor, de la urgente necesidad de purificación, de reconciliación
con la Naturaleza y el Universo; de expresar por los actos, por
las palabras, por los pensamientos, la iluminación que existe en
el eterno presente y la compasión necesaria para seguir
viviendo, para seguir creyendo, para continuar creando, para
existir creciendo.
A menudo dieron ejemplo de un sentido de sacrificio hacia su
prójimo más allá de lo verosímil. Estos grandes guerreros
pacificadores y hombres de armas morales, ejemplos vivientes del
paradigma del “hombre vertical”, inspirado por el Espíritu,
despierto y divino en su Yo perenne, aconsejaban a sus
32
discípulos crear la paz con el adversario, con la Naturaleza,
con el mundo; cultivar la tierra (“dar de comer al hambriento y
de beber al sediento”) tener compasión en todas las situaciones,
sacrificando la propia vida si fuera necesario y, finalmente,
amar al enemigo.
Podemos concluir con el pensamiento de que en el pasado, los
guerreros se expresaban a través de la violencia, emanada del
miedo, del deseo, de la astucia (en el fondo, una herencia del
“hombre animal-horizontal” o una perversión de la inteligencia)
y la avaricia. Un espíritu nefasto que desgraciadamente ha
impregnado el mundo de las artes marciales modernas, incluido
del Aikido, enfrentando a escuelas y a expertos, en medio de
guerras de clanes, de estilos y de formas externas.
Incluso si sobre el tapiz el Aikido conserva una aptitud
moderada o deliberadamente no violenta, no es lo mismo detrás el
telón. Tras la observación detenida del panorama del Aikido
mundial, comprobamos tristemente que este maravilloso, tan
necesario y santo “Arte de la Paz”, es hoy en día una de las
artes marciales menos pacíficas, e incluso violentas en cuanto a
interrelación entre grupos, profesores, organizaciones o
“estilos”, que por medio de campañas de descrédito, de
calumniosas difamaciones, ataques verbales y otras vergonzosas
aptitudes, macabras consecuencias de las guerras de poder,
orquestadas en su mayoría por incultos e ignorantes neófitos
(que se auto-otorgan el título de “maestros”) y ejercidas por
sicarios de organizaciones materialistas con intereses
pecuniarios, intentan destruir el corazón del Aikido, clonar a
los discípulos y convertir el “Arte de la Paz” en un sistema
simplemente físico, de mecánica corporal o de estética
exhibicionista.
Líderes de organizaciones y profesores sin moral, sin
ética y sin escrúpulos, que en el fondo –es evidente- no aman ni
creen en el Aikido, y que por tanto están absolutamente
desconectados del “espíritu”, manipulan a jóvenes entusiastas
de buen corazón y de gran talento, a sinceros buscadores del
mensaje vivo de O-sensei, retardando a drede su personal
desarrollo, disminuyendo su libertad de pensamiento y
consciencia, constriñendo y “bonsaizando” sus mentes, su natural
evolución en el mundo del Aikido, y a menudo de sus propias
vidas, a cambio de gratificaciones y grados efímeros y de
insensatas e irrealizables promesas materiales o mas bien,
33
materialistas. Estas aptitudes evidencian y ponen al
descubierto, sobre todo, el estado interior real de las mentes
de ciertos profesores y de sus organizaciones, y su nivel
evolución espiritual y de consciencia.
Desde el mismo momento del desembarco del Aikido en la
Francia en los años cuarenta, su novedad, exotismo, juventud e
intemperie le hizo víctima a todo tipo de distorsiones,
manipulaciones políticas y guerras de clanes, llevadas a cabo
por grupos y organizaciones poco tendentes al liberalismo o a la
democracia, e incluso de tendencia reaccionaria, que han
debilitado y devastado enormemente el espíritu de no-violencia,
respeto por la Vida, pureza, belleza y libertad espiritual del
Aikido de los orígenes.
A ello se unió el desventurado ejemplo de ciertos emisarios
o delegados del Aikido venidos de Japón, excesivamente jóvenes y
sin madurez verdadera, ni experiencia de realización interna,
que fueron inmediatamente seducidos por la gloria, los honores,
la fama y el poder del dinero, o el dinero del poder, y por
devenir los antes posible shoguns o daimyos del Aikido mundial.
Otros fueron manipulados –o se dejaron manipular- por los
astutos partidarios de intereses políticos o mercantilistas.
Estos primeros instructores, obviamente, no poseían en lo
absoluto el nivel espiritual, humanístico y ni siquiera a veces
técnico ni moral del Fundador, cuyas últimas “técnicas divinas”
(kami waza) impregnadas de belleza, de pureza, de austeridad, de
misticismo, de idealismo, y de “conexión celestial”, desafiaban
la razón y las leyes naturales. Sin avergonzarse en lo mas
mínimo, declaran abiertamente en entrevistas que en presencia de
O-sensei, no entendían absolutamente nada de los que les
enseñaba y que solo les interesaban las técnicas de autodefensa.
Alguno de estos “grandes maestros” afirma sin
ruborizarse que el Aikido no tiene nada de espiritual ni de
místico. ¡Qué ironía ¡
Desde su proverbial ignorancia o a propósito, o tal vez
creyendo que sería mas asequible a nuestra mente racionalista
(mejor dicho “mentalidad”) presentaron el Aikido de O-Sensei
tremendamente minimalizado, empobrecido, desposeído del amor de
su fundador, y por ello debilitado de espíritu y convertido por
rápidamente en un “deporte exótico”, como desgraciadamente ya le
había ocurrido a otras dignas artes marciales, como el Judo de
Jigoro Kano sensei o el Karate-do de Gichin Funakoshi. Incluso
34
intentaron transformarlo- sin conseguirlo- en actividad de
competición, ¡o creyendo entenderlo, lo compararon con el
salvaje, pagano y criminal pseudo-arte de la tauromaquia¡
Estos y otros pseudo-maestros, en ocasiones ni tan siquiera
formadores físicos, trajeron a nuestro hemisferio sus propios y
evidentes problemas psicológicos y creencias personales, que
impregnaron su Aikido precisamente de esas tremendas
limitaciones por no decir patologías. También exportaron sus
luchas de egos con otros instructores venidos de Oriente, que
han llenado de discordia, de basura inmoral, de oprobio, de
ridículos enfrentamientos, de fanatismos de clanes y de
ponzoñosa cizaña los tatamis de todo el mundo. Por desgracia la
fotografía de O-Sensei que honra el altar (kamiza o kamisama) de
las escuelas de Aikido contemporáneas es cada vez mas pequeña, y
pronto quizás, inexistente.
Con la honrosa excepción, eso sí, de profesores de la talla
cultural, técnica y espiritual la mayoría pertenecientes a la
célebre “primera generación de Aikido”, fuertes, cultos, pobres,
y entregados de corazón al mensaje de O-sensei, como Aritomo
Murshigue, que fue responsable del Aikido para Occidente,
Tadashi Abe, Rinjiro Shirata, y otros profesores posteriores
como Terry Dobson, Jean Greslé, John Stevens, Michel Coquet o
André Nocquet. Este último un personaje mas que relevante de la
historia del Aikido europeo, legítimo uchi-deshi de O-sensei,
quien durante mas de cincuenta años fue su fiel depositario y
divulgador de su maravilloso legado técnico, filosófico y
espiritual, y por ello, también el blanco constante de
vergonzosas campañas de descrédito y desprestigio, dirigidas
astutamente por ciertos conocidos expertos, y orquestadas por
instructores y líderes de organizaciones con intereses
pecuniarios o políticos, en el fondo absolutamente
materialistas, disfrazados de sabios e impecables maestros y –
según ellos- “legítimos, únicos e infalibles” herederos de OSensei.
Michio Hikitsuji Sensei, uno de los discípulos más cercanos
de O-sensei, escribió estas palabras que bien pueden indicarnos
un camino:
“Creo que los shihan (grandes maestros), sean
quienes sean, ya no practican el Aikido en alianza con
35
el espíritu del Fundador. Si estuvieran en relación
espiritual con él, deberían acordarse de las palabras
que O-sensei dijo a su hijo, el actual doshu: ¡El
Aikido no debe jamás convertirse en un deporte¡”.
Cualquier investigador o instructor (no solo occidental) que
escriba, divulgue o enseñe los preceptos filosóficos, esotéricos
o simplemente éticos del Aikido, y más aún, si intenta
transmitir a sus alumnos las enseñanzas espirituales y
trascendentales del Fundador junto a sus aspectos técnicos, se
convierte inmediatamente en el blanco de ponzoñosas campañas de
difamación, descrédito o ridículo.
Estos siniestros grupos, organizaciones e instructores (a
menudo simples hombres de negocios sin verdadera evolución
espiritual, y por tanto sin auto-conciencia ni compasión) son
los únicos responsables de la decadencia y de la perversión del
Aikido mundial. Así mismo lo son en gran medida del número
creciente de estudiantes y de instructores que una vez alcanzado
un buen nivel técnico, abandonan la práctica del Aikido, no
pudiendo ir mas allá, o no encontrando en ella la realidad
palpable de las enseñanzas éticas y espirituales de su Fundador,
sino por el contrario, una guerra abierta de clanes y de
escuelas, y una más que evidente contradicción entre los ideales
pacificadores del Aikido y lo que realmente se enseña y practica
en las escuelas y las organizaciones. Unos y otros han
traicionado la misión pacificadora y espiritual de O-sensei.
En una ocasión, Mitsuji Saotome Sensei, durante una
entrevista en Burdeos, le dijo al autor de este estudio:
“¡Recuerda que el Aikido se inventó para defender la
libertad del hombre. El Aikido no es de nadie y no
pertenece a nadie¡”.
En uno de sus últimos libros, mi querido maestro Michel
Coquet responde a la pregunta de un periodista aikidoka, que
tras años de entrenamiento, se interroga acerca del valor real
de la práctica del Aikido en la actualidad:
“Lo ignoro, señor, pero viendo en que se ha
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convertido el Aikido mundial, dudo que pueda
emprenderse una transformación que no sea solamente
física. El Aikido actual, a excepción de ciertas ramas
disidentes, es lo contrario de lo enseñó el Maestro
Morihei Ueshiba. El Aikido es dirigido por expertos
con talento, pero sin dimensión espiritual. Es una
poderosa organización que se ha convertido en un gran
asunto comercial para los que la dirigen, incluyendo a
los instructores, aunque existan excepciones. El arte
se reduce a no ser más que un conjunto de bellos
movimientos, expresados armoniosamente, pero sin alma,
sin búsqueda de la esencia del ser. Es una bella
mecánica de movimientos que solo toca a la parte
corporal de los practicantes”. (8)
El maestro John Stevens, un gran experto en Aikido,
orientalista y profesor de filosofía en la Universidad Tohoku,
en Sendai, Japón, escribió estas dramáticas pero reveladoras
palabras en epílogo de su biografía de Morihei ueshiba:
“Aunque el sendero de la armonía es completo en sí
mismo, es extremadamente arduo. Cerca del final de su
vida, Morihei confesó con tristeza: “he dado mi vida
entera para abrir este camino, pero cuando miro hacia
atrás, no veo a nadie que me siga”. La lamentable
falta de armonía entre los discípulos de Morihei, y
las constantes discusiones sobre quien es el que
enseña el “auténtico” Aikido, desaniman mucho, y el
número de almas descarriadas (las bestias malvadas que
violan el corazón del Aikido con su violencia y los
que agitan la discordia con sus lenguas maliciosas)
que se encuentran durante el entrenamiento de Aikido
es penosamente grande. Los abusos y distorsiones de la
enseñanza de Morihei no cesan. (9)
Tristemente debemos reconocer que el actual Aikido,
monopolizado, constreñido, limitado, y a lo peor, pervertido por
intereses materialistas, promete algo que es incapaz de cumplir,
si no se retorna urgentemente a su pura tradición espiritual y
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trascendental, estudiando, interpretando y poniendo en práctica
las enseñanzas del Fundador, de sus maestros, y de algunos –
escasos- de sus más inspirados y comprometidos discípulos.
Nos preguntaremos ¿Como retornar al origen? ¿Cómo practicar
un Aikido en relación directa con el mensaje y el ejemplo vivo
de su creador?. Es simplemente necesario volver al origen, al
manantial de donde surgió el “espíritu del Aikido”, a las aguas
puras, limpias, poco profundas, accesibles, sanas y naturales
donde nació el “Arte de la Paz”, y para ello, cualquier alumno o
instructor comprometido en una búsqueda sincera de arte marcial
del siglo XXI, con un fundamento filosófico o “trascendental”,
debe estudiar cuidadosamente las vidas de los grandes maestros,
sus obras, poemas y “escritos de la Vía” (dobun), sus
caligrafías y sus “cantos del camino” (doka); practicar
ejercicios de misogi (purificación) y aprender la ciencia de la
meditación e investigar en profundidad en el ciencia sagrada de
kototama, “el alma de las palabras”, inseparable, como ya vimos,
del espíritu del Aikido. Y aplicarlos después al entrenamiento
en el dojo, pero sobre todo a los conflictos y experiencias de
la vida actual, no muy diferentes a los del pasado, aunque tal
vez las consecuencias actuales sean mucho más peligrosas.
Afortunadamente, se están traduciendo y editando en varios
idiomas las obras originales de Morihei Ueshiba y de sus
maestros, cuya lectura y reflexión nunca cesaremos de recomendar
encarecidamente.
Por fortuna, las nuevas generaciones de estudiantes y de
instructores de Aikido- sobre todo occidentales- más cultos, más
preparados, que hablan y leen en otros idiomas y por tanto son
más libres para acceder a fuentes serias de información, y mucho
menos prisioneros del peso de las instituciones y
organizaciones, se separan de éstas y deciden emprender por su
cuenta una seria investigación que les llevará muy lejos tanto
en el mundo del Aikido, como de sí mismos. No olvidemos que
otros grandes y sinceros artistas marciales, en vías bien
distintas del Aikido, han realizado investigaciones mucho mas
profundas, honestas, acertadas y gratificantes de las enseñanzas
de O-sensei, llevando a la práctica de sus artes las reveladoras
palabras del Fundador y de sus mentores, aplicándolas con
notable éxito- con superior éxito incluso- a sus respectivas
artes, como el Karate-do Shotokai de Egami sensei, y el
Shintaido de Hiroyuki Aoki, entre otras.
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Sin embargo, el “Espíritu del Aikido”, eternamente protegido
por su Ángel Guardián, Aiki-O-Kami, y por la invisible pero
presente alma de Morihei ueshiba, siempre termina por resurgir
de sus cenizas y aportar a la humanidad un mensaje de amor, luz
y reveladora esperanza. El destino de aquellos que usurpan y
destruyen el alma del Aikido, está ya inexorablemente escrito -
lo crean o no- en los registros invisibles del karma.
Y una vez mas, la sabiduría y compasión dinámica de O-Sensei
nos da la clave de esta desviación de camino y nos ofrece unas
adecuadas medicinas:
“Si el corazón es impuro, estaréis llenos de
tensión interior, de orgullo, de desorden, de
confusión y de mil enfermedades físicas, mentales y
emocionales. Jamás podréis comprender el Aiki si
vuestro corazón no se purifica. Debéis lavarlo para
tener paz en vosotros y con el mundo, no siendo
enemigo de nadie, no viendo a nadie como vuestro
enemigo”.
EL PODER LA COMPASIÓN
Como ya vimos, para Jiddhu Krishnamurti, la violencia es una
forma de energía y por lo tanto podemos trasformar nuestra
energía de violencia en algo creativo, en algo que implique
evolución, que sea edificante, que nos libere. No se crea nada
bueno, ni nuevo ni constructivo desde el temor, desde el odio o
el resentimiento, desde esos “núcleos de miedo” solo podemos
destruir, incluso el amor. Los lamas tibetanos nos hablan de la
fuerza de la “compasión airada”, la que nos aporta la energía
necesaria para derribar un muro y salvar una vida, para
arrojarnos a las turbulentas aguas del destino y rescatar a los
seres sufrientes, para meternos directamente en núcleo del fuego
del dolor humano y liberar a los seres dolientes. Tal es la
fuerza todopoderosa de la compasión dinámica e intrépida.
Podemos utilizar el poder del amor heroico y sacrificado
como una energía creativa, curativa, redentora, pacificadora.
Pero surge una pregunta: ¿Cuánto amor hay en nosotros? ¿Hemos
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amado alguna vez de verdad, sin deseo, sin miedo, sin ego?
Muchas personas mueren llenas de amor en su corazón ¡porque
nunca lo han utilizado¡ La energía del verdadero amor es una de
esas cosas tan extrañas que cuanto más se utiliza y gasta más
aumenta.
Algo en nuestro interior nos dice que el verdadero amor tiene
que ser sin deseo, sin temor, sin orgullo, sin celos, sin
amargura, sin esa ansiedad que parece ir de la mano del llamado
amor de cada día. Nos dice Krishnamurti que debemos llegar a
conocer aquello que llamamos amor y entonces, estaremos libres
de miedo. Una mente abierta, una consciencia expandida, una
aptitud de brazos abiertos, como el Aikido nos propone, es
necesaria para alcanzar ese añorado objetivo.
O- Sensei enseñaba que era absolutamente necesario
purificar la mente y el corazón, y para ello, había que
abandonar el antiguo precepto de los samurai conocido como
aijaku, “apego y afección”-que se traducía como lealtad
incondicional al clan o al señor feudal- a favor del nuevo
guerrero libre, expandido y luminoso: aisatsu-nin “pacificador y
negociador”. Ueshiba O-Sensei utilizaba a menudo el termino
“Ai”, como afecto, amor, armonía, unidad reencontrada. De ese
mismo kanji (ideograma) surgen otras bellas expresiones como
aishin, sentimiento de afecto o aijo: ternura.
Ai también implica el sentido de “fervor sin pasión”.
Morihei a menudo hablaba de “aitade”, arreglar las cosas por uno
mismo, sin intermediarios, pero también decía que con frecuencia
en situaciones realmente difíciles necesitamos la protección
afectuosa de la Divinidad o “aigo”, una arte de vida, de
metamorfosis de uno mismo, de desapego, de no- deseo. Enseñaba
que era imperativo re-establecer, reedificar el “Puente Flotante
en Los Cielos” (Ame-No-Minaka-Nushi) nexo de comunicación, de
“conexión” con lo Divino, con el ilusorio adversario, con
nuestro Yo, con nuestra propia alma inmortal. Y después, crear
lazos, aceptar acuerdos, perder una parte del beneficio propio a
favor del bien la colectividad, en nombre de la Divina
Compasión, como una de las misiones sagradas del Aikido.
Los maestros del budo siempre dieron ejemplo de una gran
compasión. Yamaoka Tesshu, maestro del sable, considerado el más
grande espadachín de todos los tiempos, aun enfermo terminal,
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caligrafió mas de treinta mil abanicos con la excelencia de su
célebre y cotizado trazo impregnado de compasión, para que las
pobres familias pudieran subsistir en tiempos de hambrunas.
Morihei Ueshiba adoptó huérfanos de los bombardeos sobre Tokio
en la Segunda Guerra Mundial e incluso hizo evacuar el Hombu
Dojo, la sede central de Aikido, para albergar familias que se
habían quedado sin techo durante la guerra, mientras los
discípulos entrenaban en la calle; y nadie que se acercara a OSensei
con hambre y sed material y de búsqueda dejaba de ser
alimentado física, moral y espiritualmente. En sus últimos años
también hablaba a menudo del verdadero sentido del Ki y la
verdadera “energía”: la fuerza del amor y de la compasión”
Su santidad Tenzin Gyatso, el actual Dalai Lama, es un
reconocido líder mundial de la compasión y la no-violencia; el
prototipo mismo de un verdadero regente pacífico, culto, pobre,
casto e iluminado, adalid de lo que el llama la “política de la
bondad”. Habla en todas sus obras y conferencias acerca del
valor inigualable de la no-violencia, de la fuerza de la empatía
y de la compasión, y no dejamos de recomendar sus enseñanzas
para quienquiera desee profundizar en una verdadera vía rápida
de despertar y transformación.
Para finalizar, escucharemos en silencio, atentamente y con el
corazón abierto, sus profundas y muy valiosas enseñanzas:
-Para crear una paz interior, lo más importante es la
práctica de la compasión y el amor, la compresión y el
respeto por los seres humanos. Los más poderosos
obstáculos para ello son la ira y el odio, el temor y el
recelo. De modo que, mientras la gente habla de desarme
en el mundo entero, cierto tipo de desarme interno es
prioritario.
-El enojo, el orgullo y la competición son nuestros
verdaderos enemigos. Nunca se puede ser feliz con actitud
de ira.
-Personas erradas, usan la religión en forma errada. Como
resultado de ello, la religión contribuye a mayores
luchas y mayores divisiones.
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-La esencia del cristianismo y el budismo es la misma: la
práctica del amor, para lo cual es necesario poner
énfasis en el perdón y compartir el sufrimiento ajeno.
-Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al
estar con un maestro, podemos aprender la importancia de
la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos
oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica
surge al encontrarnos con un enemigo.
-Esa oscuridad interior que llamamos ignorancia, es la
raíz del sufrimiento. A mayor luz interior, menor
oscuridad. Ésta es la única forma de alcanzar la
salvación.
-Mi verdadera religión es la bondad. Si la practicamos en
nuestra vida, no importa si sabemos mucho o poco, o si
creemos en la próxima vida o no, en Dios o en Buda. En
nuestra vida cotidiana tenemos que ser pasivos.
-El cariño paternal, el contacto físico, la ternura
amorosa hacia todos los seres vivos, la responsabilidad
social y la atención especial a los menos privilegiados,
todos estos conceptos son tan simples de entender.
Entonces, ¿por qué su práctica parece costarnos tanto?
-Es mucho mejor hacer amigos, comprender mutuamente y
hacer un esfuerzo para servir a la humanidad, antes de
criticar y destruir.
-Estoy convencido que al final siempre prevalecerá la
verdad y el amor entre los hombres sobre la violencia y
la opresión.
-Si asumimos una actitud de humildad, crecerán nuestras
cualidades. Mientras que si somos orgullosos, seremos
presa de los celos y la ira y veremos con desprecio a los
demás y así lo único que lograremos es que reine la
infelicidad. Una mente lúcida y un buen corazón
acompañados por sentimientos cálidos, son las cosas más
42
importantes. Si la mente no se dirige a los pensamientos
positivos y elevados, nunca podremos hallar la felicidad.
-El verdadero practicante debe ser un guerrero que
combate incesantemente contra sus enemigos interiores.
-La ira nace del temor, y éste de un sentimiento de
debilidad o inferioridad. Si posees coraje o
determinación, tendrás cada día menos temor y en
consecuencia te sentirás menos frustrado y enojado.
-La ira es nuestro auténtico enemigo ya que se haya en
nuestra mente. La ira no cambia nunca su naturaleza.
Siempre hiere y destruye. Y lo que es peor, aniquila
nuestras propias fuerzas y energías.
-Si un individuo posee la base espiritual necesaria, no
se dejará vencer por la tentación tecnológica y la locura
de poseer. Sabrá encontrar el justo equilibrio, sin pedir
demasiado. El peligro constante es abrir la puerta a la
codicia, uno de nuestros más encarnizados enemigos, y ahí
reside el verdadero trabajo del espíritu.
EPÍLOGO:
UNA ESPERANZA DE PAZ
Las protestas de los estudiantes en la Plaza de Tian'anmen el
4 de junio de 1989, marcaron un hito en la historia de la
resistencia pacífica y la aplicación valerosa de los principios
de la no violencia activa.
El gobierno chino había optado por suprimir las protestas
por la fuerza bruta, sin avenirse a ningún tipo de negociación,
echando a las calles al ejército, seguramente a miles de
soldados que no creían en lo que hacían, ni querían enfrentarse
contra a jóvenes sin armas que luchaban por una causa noble y
justa. Las cámaras de todo el mundo grabaron la conmovedora
imagen de un joven y anónimo estudiante que se enfrentaba solo y
43
sin armas a los tanques chinos. Este desconocido personaje, cuya
suerte sigue siendo un misterio, dio muestras de un desesperado
coraje mas allá de lo humano y demostró al mundo entero el valor
y el poder de sathyagraha, la “firmeza en la verdad” y de
ahimsa, la no violencia.
Desearía terminar esta exposición con unas palabras de
Abraham Lincoln, que resumen en sí mismas el espíritu
pacificador y reconciliador del Aikido, el bendito Arte de la
Paz:
“No somos enemigos, sino amigos, no debemos ser
enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros
lazos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas
cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir
el tacto del buen ángel que llevamos dentro".
© Carmelo Rios
Escritor, Orientalista,
Profesor de Aikido
(1) Morihei Ueshiba: “The secret teachings of Akido”:
Kodansha. Tokyo.
(2)Terry Dobson, Riki Moss y Jan E. Watson: “It´s a lot
like danciong. An aikido journey” Ed. Frog ltd. Berkeley.
California. USA.
(3) Michel Coquet: “Iaido, l´art de trancher l´ego”. Ed.
L´Or du Temps. Grenoble. En español: “Iaido, el arte de
cortar el ego”. Ediciones escuelas de Misterios.
Barcelona. Edición 2009.
(4) -Mitsuji Saotome: “Aikido o la Armonía de la
Naturaleza”. Ed. Kairós. Barcelona.
(5) -André Nocquet: “Pressence et Message du Maître
Morihei Ueshiba”. Ed. Gyu Trédaniel. Paris.
(6) -Morihei Ueshiba: “El Arte de la Paz”, editorial
Troquel. Buenos Aires.
OGÍA · VIDA SANA
(7) -Sigueru Egami: “The Way of Karate, beyond Technique”.
44
Ward Lock Limited. London.
(8) Michel Coquet: “Pourquoi sommes-nous sur terre?”. Ed.
Alphée, Mónaco, 2007.
(9) John Stevens: “Paz Abundante” (biografía de Morihei
Ueshiba) Ed. Kairós, Barcelona.
Bibliografía
-Jiddu Krishnamurti: “Sobre el Miedo“, Ed. Edaf,
Barcelona.
-Jiddu Krishnamuri. “Mas allá de la Violencia”. Ed.
Edhasa. Barcelona.
-Dalai Lama: “Compasión y no violencia”. Ed. Kairós,
Barcelona.
-Lanza del Vasto: “La aventura de la No Violencia”.
Ediciones Sígueme, Salamanca.
-Hiroyuki Aoki: “The body is a message of the
Universe”. Ed. Kodansha. Tokyo.
-Thomas Merton: “Gandhi y la No violencia”. Ed. Oniro.
Barcelona.
-Josep Maria Duch: “Gandhi Espiritual”. MTM ediciones.
Barcelona.
-JD. Cauhepé y A.Kuang: “La Métamorphose de la
Violence par L´Aikido de Sumikiri”. Guy trédaniel.
Paris.
-Terry Dobson y Victor Millar: “Aikido in everyday
of life”. North Atlantic Books. Berkeley. California.
USA.
-John Stevens: “The Sword of No Sword: life of Master
Warrior Tesshu”. Ed. Shambhalla, Boston. 1989.
- Carmelo Ríos: El Espíritu de las Artes Marciales”.
Ediciones Obelisco. Barcelona.
- Carmelo Ríos: “Ronin, la Vía del Guerrero Errante”:
Ediciones Obelisco. Barcelona.
Algunas imágenes en Youtube:
45
http://es.youtube.com/watch?v=X7Q5BtuaITY
http://es.youtube.com/watch?v=jBcy-mM4xY8
http://es.youtube.com/watch?v=ZBonXxGVn6E
http://es.youtube.com/watch?v=wt4v9Zg2unU
(
http://es.youtube.com/watch?v=FXFpBFotTRs)
http://es.youtube.com/watch?v=EcvaSnmqZ40
http://es.youtube.com/watch?v=3RAvmMkcUO4
http://es.youtube.com/watch?v=yfEBWJAKbW8