1 de Diciembre del 2024, 9:23 pm - Año IX
 


Diógenes, el filósofo denostado por la ESCUELA

La política y la educación, creo, nos cambiaron los filósofos buenos...y por conveniencia para ellos, nos colocaron a Aristóteles y otros, apegados al poder y defensores de gobiernos y de la esclavitud, en detrimento de otros como Diógenes, al cual el propio Alejandro Magno admiraba, aunque protegía a Aristóteles..este en contra de lo que proponía Diógenes, nos ¡enseñaba' que tenemos que tener un gobierno, el 'Cínico', nos proponía la autodeterminación del hombre...por supuesto, sólo se estudia a Diógenes para 'reirnos' de nuestra propia ignoracia imbuida por aquellos, que por la fuerza ostentan el poder. Como decía antes, el propio Alejandro lo admiraba, llegando a decir que si no fuera quien era, o sea que estaba pillado, le hubiera gustado ser Diógenes...Quizá a muchos de nosotros también, pero nos hemos acomodadoa ser dirigidos y para mi, esa es nuestra perdición...Mirad si sabía como éramos y como somos, que buscaba, incluso de día, con una lámpara a algún hombre bueno...y entonces uno sepregunta ¿cómo nos hemos podido descarriar tanto de nuestro verdadero camino? (J.S.)

buscando un hombre 'bueno'



Diógenes fue uno de los más destacados filósofos de la escuela cínica. Los cínicos tomaron como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como ejemplos de autosuficiencia y basándose en ello propusieron un modelo de comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad, aunque esto solo era posible mediante una rigurosa disciplina física y mental.

con Alejandro M.



El cinismo es una forma de vivir, pero también de pensar y de expresarse, y como no se han conservado las obras de los primeros cínicos, hoy son conocidos en gran parte por dichos y anécdotas, que fueron transmitidos en forma de colecciones, la más usada es la de Diógenes Laercio, referencia fundamental para el estudio no sólo de los cínicos, sino de gran parte de la filosofía anterior a su autor. Utilizaron recursos literarios diversos donde no faltan la parodia, la sátira, la anécdota o la burla, pero siempre de forma escandalosa y provocadora.

Cuando Diógenes llegó a Atenas, quiso ser discípulo de Antístenes, pero fue rechazado, ya que éste no admitía discípulos. Ante su insistencia, Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le dijo: “no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir”.

Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, contestó: “mandar, comprueba si alguien quiere comprar un amo”.

Cuando le invitaron a la lujosa mansión le advirtieron de no escupir en el suelo, acto seguido le escupió al dueño, diciendo que no había encontrado otro sitio más sucio.

Se decía que Diógenes iba por la calle en pleno día, con la lámpara encendida, diciendo "Busco un hombre". Y así se refaría a que en realidad ninguno nos comportamos enteramente como seres humanos.

En otra ocasión le preguntaron por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que respondió: porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos.

Diógenes, el filósofo griego se encontró con Alejandro Magno cuando este se dirigía a la India. Era una mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes descansaba a la orilla del río, sobre la arena, tomando el sol desnudo... Era un hombre hermoso. Alejandro no podría creer la belleza y gracia del hombre que veía. Estaba maravillado y dijo:

“Señor...” - jamás había llamado “señor” a nadie en su vida- “...señor, me ha impresionado inmensamente. Me gustaría hacer algo por usted. ¿Hay algo que pueda hacer?”

Diógenes dijo: “Muévete un poco hacia un lado porque me estás tapando el sol, esto es todo. No necesito nada más.”

Alejandro contestó: “Si tengo una nueva oportunidad de regresar a la tierra, le pediré a Dios que no me convierta en Alejandro de nuevo, sino que me convierta en Diógenes”.

Diógenes rió y dijo: “¿Quién te impide serlo ahora? ¿Adónde vas? Durante meses he visto pasar ejércitos ¿Adónde van, para qué?”.

Dijo Alejandro: “Voy a la India a conquistar el mundo entero”.

“¿Y después qué vas a hacer?”, preguntó Diógenes.

Alejandro dijo: “Después voy a descansar”.

Diógenes se rió de nuevo y dijo: “Estás loco. Yo estoy descansando ahora. No he conquistado el mundo y no veo que necesidad hay de hacerlo. Si al final quieres descansar y relajarte ¿Por qué no lo haces ahora? Y te digo: Si no descansas ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en medio del camino, en medio del viaje”.

Alejandro se lo agradeció y le dijo que lo recordaría, pero que ahora no podía detenerse. Alejandro cumplió su destino de conquistador, pero no le dio tiempo a descansar antes de morir.

Aristipo de Cirene, padre del hedonismo griego, enseñaba que el placer, sobre todo el placer del momento presente, es el Sumo Bien, y lo será aunque se obtenga mediante actos vergonzosos (obviamente, si el placer es el Sumo Bien, la dignidad está más abajo). Consecuente con ello, Aristipo llevó una vida de vicioso. Frecuentaba los burdeles, le gustaban el oro, el vino y las buenas comidas, y no dudaba en adular o suplicar a los ricos y tiranos para lograr sus favores.

Cierta vez Aristipo se topó a Diógenes de Sínope -el cínico-, cuyas enseñanzas eran totalmente opuestas: vivir al natural, vivir pobremente, huir de los placeres, despreciar las costumbres y los convencionalismos sociales. Diógenes, que no tenía casa sino vivía en un tonel, estaba por allí, cocinando sus legumbres en la calle, y al ver pasar a Aristipo, le dijo:

-Mira, Aristipo, si aprendieras a cocinar, no tendrías que adular a los ricos.

A lo que Aristipo replicó:

-Y tú, Diógenes, si adularas a los ricos, no tendrías que cocinar.

http://paboni.obolog.es/filosofos-olvidados-211884

Diógenes el Cínico

(Diógenes de Sínope, llamado el Cínico; Sínope, c. 404 a.J.C. - ?, c. 323) Filósofo griego. Fue el discípulo más destacado de Antístenes, fundador de la escuela cínica. Para él, la virtud era el soberano bien. Rechazaba toda convención, la ciencia, los honores y la riqueza. Llamado por Platón «Sócrates delirante», iba siempre descalzo, vestía una capa y vivía en un tonel. Objeto de burla y, a la vez, de respeto para los atenienses, para Epicteto fue modelo de sabiduría. Sus escritos se han perdido.

Coetáneo de Aristóteles, Diógenes también era meteco en Atenas, adonde llegó después del año 362 a.C., y estuvo bajo la influencia del filósofo Antístenes. Diógenes abogaba por un estilo de vida ascético y lo ponía en práctica; se basaba en la autosuficiencia y en un riguroso entrenamiento del cuerpo para tener las menores necesidades posibles. Con estos planteamientos rompía con el ideal del hombre como animal político que todavía mantenía Aristóteles. Creía que la felicidad se lograba mediante la satisfacción exclusiva de las necesidades naturales en el modo más sencillo y práctico, sin estar condicionado por el peso de las instituciones. Consideraba que las convenciones contrarias a estos principios no eran naturales y debían ignorarse. Por esta razón se le llamó kyon (perro), de donde deriva el nombre de cínicos. Con sus enseñanzas, cambió la ética de la ciudad por la ética del sabio, idea que se mantendría para siempre en la filosofía griega.


Alejandro Magno y Diógenes de Sínope

Se han contado más anécdotas y leyendas sobre la vida de Diógenes de Sínope que de cualquier otro filósofo. Considerando su peculiar forma de vida, es imposible evitar hacerse una serie de preguntas. ¿Por qué vivía en un tonel? ¿Por qué rehusaba cualquier tipo de comodidad, hasta el punto de vestir sólo una túnica o de lamer el agua de los charcos, como hacen los perros? ¿Y qué quería decir con su busco un hombre, su respuesta a todo aquel que le preguntaba por su caminar a plena luz del día por las calles de Atenas llevando un farol encendido en la mano?

Diógenes fue el primero de una nutrida pléyade de filósofos que entendieron la sabiduría como el rechazo de la vida ordinaria. Provistos de una túnica y una escudilla, orgullosos de su pobreza, vagaban mendigando por las ciudades de Grecia predicando el ascetismo, el retorno a la vida natural, el abandono de toda actividad intelectual y el desprecio a las comodidades. Los atenienses consideraron que tamaña excentricidad, rayana en la locura, era en cambio rica en amonestaciones, de modo que terminaron por apreciar a aquel filósofo que comía, dormía y realizaba sus necesidades corporales delante de todo el mundo y sin importarle el lugar.

La profusión de anécdotas relatadas por Diógenes Laercio facilita la ilustración de su pensamiento. Una vez llegado a Atenas, Diógenes fue al encuentro de Antístenes. Éste, que no aceptaba a nadie como alumno, lo rechazó, y Diógenes decidió perseverar hasta lograr salirse con la suya. Así hasta que, en cierta ocasión, Antístenes blandió enfurecido su bastón contra él. Y Diógenes, ofreciendo su cabeza, replicó: "Golpea, pues no encontrarás madera tan dura que sea capaz de hacerme desistir de mi empeño en lograr que me digas algo, como creo que debes hacer". Desde entonces se convirtió en su alumno. El valor concedido a una firme determinación de la voluntad apoyada en la razón se desprende de su actitud.

La austeridad era su norma de vida, y ello le permitía ser independiente de cualquier necesidad. Al parecer, fue el primero que redobló su túnica, llevado por la necesidad de dormir envuelto en ella, y llevaba consigo una escudilla en la que recogía sus viandas. Se servía indiferentemente de cualquier lugar para toda actividad, ya fuese desayunar, dormir o conversar. Y solía decir que los atenienses incluso le habían procurado un lugar en el que recogerse: el pórtico de Zeus y la sala de las procesiones. La riqueza de quien nada posee se muestra en esta frase que se le atribuye: "Todo pertenece a los dioses; los sabios somos amigos de los dioses; los bienes de los dioses amigos son comunes. Por eso los sabios lo poseen todo". Cierto día, tras observar a un niño beber agua en el cuenco de su mano abierta, lanzó la escudilla que llevaba en la alforja, diciendo: "Un niño me ha dado una lección de sencillez". También se despojó de su plato al ver a otro niño que, al rompérsele el suyo, puso las lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan. Y buscando siempre acostumbrarse a las dificultades, en verano se revolcaba en la arena caliente, y en invierno se abrazaba a las estatuas cubiertas de nieve.

Del respeto que Diógenes suscitó a pesar de sus extravagancias da fe el famoso encuentro con Alejandro. Llegado a Corinto, Alejandro Magno sintió deseos de conocer al gran filósofo, que, aunque rondaba los ochenta años, conservaba intactas sus facultades. Sentado bajo un cobertizo, calentándose al sol, Diógenes miró al rey con total indiferencia. Según Plutarco, cuando Alejandro se le presentó diciendo «Soy Alejandro, el rey», Diógenes le contestó: «Y yo soy Diógenes, el Cínico». «¿Puedo hacer algo por ti?», le preguntó Alejandro, y el filósofo respondió: «Sí, puedes hacerme la merced de marcharte, porque con tu sombra me estás quitando el sol». Más tarde diría Alejandro a sus amigos: «Si no fuese Alejandro, quisiera ser Diógenes».

Cuando Diógenes de Sínope murió, los atenienses le dedicaron un monumento: una columna sobre la que reposaba un animal (un perro), símbolo del regreso a la naturaleza (o, mejor, a la autenticidad de la vida) cuya necesidad el filósofo sostuvo. Su vida no fue fácil: el desprecio de los placeres, el completo dominio del propio cuerpo, la anulación de las pasiones, de las necesidades y de cualquier vínculo social estable, requieren de un gran esfuerzo, disciplina, prestancia física y de una indomable tensión moral. Diógenes poseía todas estas cualidades, así como una acusada atracción por la sátira, la paradoja y el humor. Iconoclasta, profanador, contrario a cualquier tipo de erudición e incluso de cultura, siempre prefirió expresarse mediante la acción, el comportamiento y las elecciones concretas, más que mediante textos escritos: a alguien que sostenía la inexistencia del movimiento, le respondió poniéndose en pie y echándose a andar.


Diógenes de Sinope


Diógenes (1882) por John William Waterhouse.

Diógenes de Sínope (en griego ???????? ? S???pe?? Diogenes ho Sinopeus), también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C. No legó a la posteridad ningún escrito; la fuente más completa de la que se dispone acerca de su vida es la extensa sección que su tocayo Diógenes Laercio le dedicó en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.
Diógenes de Sínope fue exiliado de su ciudad natal y trasladado a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él). Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continuó con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

Diógenes nació en la colonia griega de Sínope, situada en la costa sur del Mar Negro, en el 412 a. C. Nada se sabe acerca de su infancia excepto que era hijo de un banquero llamado Hicesias. Ambos fueron desterrados por haber fabricado moneda falsa. Diógenes se gloriaba de haber sido cómplice de su padre, y este suceso prefiguró, en cierto modo, su vida filosófica. Al parecer, estos hechos han sido corroborados por arqueólogos. Han sido descubiertas en Sínope un gran número de monedas falsificadas (acuñadas con un gran formón) que se han datado en la mitad del siglo IV a. C. y otras monedas de la época que llevan el nombre de Hicesias como el oficial que las acuñó. No están claros los motivos por los que se falsificó la moneda, aunque Sínope estaba siendo disputada entre facciones pro-persas y pro-griegos en el siglo IV a. C., y quizá hubiera más intereses políticos que financieros.
En Atenas[editar]


Diogenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860).

En su nueva residencia, Atenas, la misión de Diógenes fue la de metafóricamente falsificar/desfigurar la “moneda” de las costumbres. La costumbre, decía, era la falsa moneda de la moralidad. En vez de cuestionarse qué estaba mal realmente, la gente se preocupaba únicamente por lo que convencionalmente estaba mal. Esta distinción entre la naturaleza (physis) y lo convencional (nomos) es el tema principal de la filosofía griega y uno de los temas que dedica Platón en La República, en concreto, en la leyenda del Anillo de Gyges.

Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes que le abandonó poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?” Diógenes será coherente riéndose de la relación de extrema dependencia entre las personas. Encontró un maestro, que no hacía nada para sí mismo, pero rechazó su ayuda. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes, un discípulo de Sócrates, que, según Platón, había presenciado su muerte. Diógenes pronto superó a su maestro tanto en reputación como austeridad en el modo de vivir. Al contrario que los otros ciudadanos de Atenas vivió evitando los placeres terrenales. Con esta actitud pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.


Diogenes buscando hombres honestos. Cuadro atribuido a J. H. W. Tischbein (ca. 1780).

Las anécdotas que se cuentan sobre Diógenes ilustran la consistencia lógica de su carácter. Este “Sócrates delirante”, como le llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su capa y tenía por vivienda una tinaja. Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, y tiró su escudilla. Cierto día se estaba masturbando en el Ágora, quiénes le reprendieron por ello, obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta: "¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!" Profesaba un desprecio tan grande por la humanidad, que en una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas, con una lámpara en la mano diciendo: “Busco un hombre”. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra. En una ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse. Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como “bípedo implume”, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un pollo y lo soltó en la Academia de Platón diciendo “¡Te he traído un hombre!”. Después de este incidente, se añadió a la definición de Platón: “con uñas planas”. Asistiendo a una lección de Zenón de Elea, que negaba el movimiento, Diógenes se levantó y se puso a caminar. Si es verdad que los atenienses se burlaban de él, también es verdad que le temían y respetaban.
En Corinto[editar]



Alejandro Magno visita a Diógenes, en Corinto por W. Matthews (1914).

Según la leyenda, que parece ser creada con Menipo de Gadara, Diógenes en un viaje a Egina, fue capturado por los piratas y vendido como esclavo. Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, respondió: “Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo”. Fue comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos. Pasó el resto de su vida en Corinto, donde se dedicó enteramente a predicar las doctrinas de la virtud del autocontrol.

Durante los Juegos Ístmicos, expuso su filosofía ante un público numeroso. Pudo haber sido allí donde conoció a Alejandro Magno. Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: “Sí, tan sólo que te apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro cortó sus risas diciendo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.” En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
Aunque la mayoría de las leyendas sobre él dicen que vivía en una tinaja en Atenas, hay algunas fuentes que afirman que vivía en una tinaja cerca del gimnasio Craneum en Corinto. Diógenes Laercio dijo sobre él en Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres:

Al anunciar Filipo que iba a atacar Corintio, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, él empujaba haciendo rodar la tinaja en que vivía. Como uno le preguntara: -¿Por qué lo haces, Diógenes?-, dijo: -Porque estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada. Así que echo a rodar mi tinaja, no teniendo otra cosa en qué ocuparme.

Diógenes Laercio también comentó en este libro:
Solía entrar en el teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, contestó: "Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de toda mi vida"
Muerte.

Sobre la muerte de Diógenes circularon muchas versiones. Según una de ellas, murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo; por su parte el historiador César Cantú, fue como consecuencia de una caída de caballo, tras haberle mordido un tendón uno de los perros entre los que trataba de repartir un pulpo; y según otra más, murió por su propia voluntad, reteniendo la respiración, aunque esto sería algo metafórico, pues es imposible morir por dejar de respirar voluntariamente. También circula una leyenda según la cual sus últimas palabras fueron: “Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.” Bastante tiempo después Epicteto le recordaba como modelo de sabiduría. Los corintios erigieron en su memoria una columna en mármol de Paros con la figura de un perro descansado.
Diógenes y los perros.

Algunas anécdotas sobre Diógenes hablan acerca de su comportamiento como el de un perro y sus alabanzas a las virtudes de los perros. Esto tiene su razón de ser en la palabra cínico. El nombre de cínicos tiene dos orígenes diferentes asociados a sus fundadores. El primero viene del lugar donde Antístenes, su maestro, fundó la escuela y solía enseñar la filosofía, que era el santuario y gimnasio de Cinosargo, cuyo nombre significaría kyon argos, es decir perro ágil o perro blanco. El segundo origen tiene que ver con el comportamiento de Antístenes y de Diógenes, que se asemejaba al de los perros, por lo cual la gente les apodaba con el nombre kynikos, que es la forma adjetiva de kyon, perro. Por tanto kynikos o cínicos sería similares al perro o perruno. Esta comparación viene por el modo de vida que habían elegido estos personajes, por su idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las tradiciones y los modos de vida sociales.

Quienes comenzaron a apodar a Diógenes como "el perro" tenían la clara intención de insultarle con un epíteto tradicionalmente despectivo. Pero el paradójico Diógenes halló muy apropiado el calificativo y se enorgulleció de él. Había hecho de la desvergüenza uno de sus distintivos y el emblema del perro le debió de parecer adecuado para defender su conducta. Los motivos por los que se relaciona lo cínico con lo canino son: la indiferencia en la manera de vivir, la impudicia a la hora de hablar o actuar en público, las cualidades de buen guardián para preservar los principios de su filosofía y, finalmente, la facultad de saber distinguir perfectamente los amigos de los enemigos. Diógenes decía irónicamente de sí mismo que, en todo caso, era "un perro de los que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que lo alaban quiere salir a cazar". En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos como si se tratara de un perro. Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro. También le gritaron “perro” mientras comía en el ágora y él profirió: “¡Perros vosotros, que me rondáis mientras como!” Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, que le había lanzado el mismo improperio: “Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez junto a los que me vendieron”. Diógenes sostenía innecesarios los placeres terrenales al punto de abstenerse cabalmente de ellos rechazando a la sociedad establecida hasta ese momento pero sin intentar reformarla o cambiarla.

Sabemos menos de la doctrina de Diógenes que de su vida. Como otros de los cínicos, se preocupó menos de formar escuela que de llevar una vida recta, de acuerdo con los principios de autonomía y desprecio de los usos de la sociedad.

Podemos, sin embargo, distinguirlo de su maestro Antístenes en varios aspectos. De éste se dice que consideraba la propiedad como un impedimento para la vida; Diógenes, sin embargo, no le daba valor alguno; se dice que enseñaba que el robo era admisible, pues "todas las cosas son propiedad del sabio". Otras doctrinas son comunes a ambos: la idea de que la virtud consiste fundamentalmente en la supresión de las necesidades; la creencia de que la sociedad es el origen de muchas de éstas, que pueden evitarse mediante una vida natural y austera; el aprecio por las privaciones, al punto del dolor, como medio de rectificación moral; el desprecio de las convenciones de la vida social, y la desconfianza de las filosofías refinadas, afirmando que un rústico puede conocer todo lo cognoscible.

El rechazo cínico de las formas de civilización establecidas se extendía al ideal de paideia que llevaba a los jóvenes griegos a practicar la gimnasia, la música y la astronomía, entre otras disciplinas, para alcanzar la areté; Diógenes sostenía que, si se pusiera el mismo empeño en practicar las virtudes morales, el resultado sería mejor. Despreciaba también la mayoría de los placeres mundanos, afirmando que los hombres obedecen a sus deseos como los esclavos a sus amos; del amor sostenía que era "el negocio de los ociosos", y que los amantes se complacían en sus propios infortunios. Sin embargo, consideraba que el coito era una necesidad física; es conocida la anécdota de que, frente al escándalo que provocó al masturbarse públicamente en el ágora, comentó desdeñosamente que desearía poder saciar el hambre simplemente frotándose el vientre.Indiferente a la 'opinión pública' o ante la crítica circuntancial, ...hasta subversivo ante lo pudoroso 1 .
Se sabe también que sostenía que la muerte no era un mal, pues no tenemos conciencia de ella. Se le considera inventor de la idea del cosmopolitismo, porque afirmaba que era ciudadano del mundo y no de una ciudad en particular.

Se han conservado algunos bustos antiguos de Diógenes (Vaticano, Capitolio, Louvre), así como un bajorrelieve en la villa Albani (Diógenes y Alejandro). Es uno de los sabios de la antigüedad más representados por la pintura barroca: Diógenes con la linterna, por Jordaens (Dresde), Ribera (Dresde); Diógenes tirando su escudilla, Poussin (Louvre), S. Rosa (Leningrado), K. Dujardin (Dresde).



"Busco un hombre honesto."
"Cuando estoy entre locos, me hago el loco."
"Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro."
"El elogio en boca propia desagrada a cualquiera."
"El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe."
"El movimiento se demuestra andando."
"El único medio de conservar el hombre su libertad, es estar siempre dispuesto a morir por ella."
«La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos».
"Las mordeduras más peligrosas son las del calumniador entre los animales salvajes y las del adulador entre los animales domésticos."
"Los malvados obedecen a sus pasiones, como los esclavos a sus dueños."
"No os preguntéis como sobreviviré sin mi esclavo, preguntad a mi esclavo como sobrevivirá sin mí."
"Ojalá que todos los árboles trajesen este fruto".
Nota: Habiendo visto a unas mujeres ahorcadas en un olivo
"Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mi."
"Un pensamiento original vale mil citas insignificantes."
Buscó el mismísimo Alejandro Magno a Diógenes, de enorme fama, del cual se reían por su rechazo a vida material alguna. Cuando le encontró desnudo y tumbado a orillas de un río, Alejandro Magno a lomos de su enorme caballo, le hizo la siguiente proposición;
"Tú, Diógenes el Cínico, pídeme cualquier cosa, ya sean riquezas o monumentos, y yo te lo concederé".
A lo que Diógenes contestó: "Apártate, que me tapas el sol".
Aquellos que iban con Alejandro Magno empezaron a reírse de Diógenes y a decirle que cómo no se daba cuenta de quién estaba delante de él. Alejandro hizo acallar las voces burlonas cuando dijo que "si no fuera Alejandro quisiera ser Diógenes".


Diogenes buscando hombres.

Pasó un ministro del emperador y le dijo a Diógenes:

"¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas."
Diógenes contestó: "Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador"
"¡No es la jaula ajustada a la fiera!"
Nota: Viendo a una mujer en silla de manos
"Todo se consigue con el trabajo, hasta la virtud"

Síndrome de DiógenesL (UNA MANERA DE DESPRESTIGIAR A ESTE GRAN FILÓSOFO, YA QUE PRACTICABA TODO LO CONTRARIO..J.S.)

El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que afecta, por lo general, a personas de avanzada edad que viven solas. Se caracteriza por el total abandono personal y social, así como por el aislamiento voluntario en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos.
En 1960 se realizó el primer estudio científico de dicho patrón de conducta, bautizándolo en 1975 como síndrome de Diógenes.1 Esta denominación es cuestionable, pues hace referencia a Diógenes de Sinope, filósofo griego que adoptó y promulgó hasta el extremo los ideales de privación e independencia de las necesidades materiales (lo que se conoce como cinismo clásico); por tanto, desde el punto de vista histórico y conceptual, la acumulación de cualquier tipo de cosas es lo contrario a lo preconizado y practicado por el citado filósofo.




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